(2021)
Traducción del
original francés. http://brunomori39.blogspot.com/2021/01/lepiphanie-ou-lemergence-dune-nouvelle.html.
En las iglesias
cristianas de los primeros siglos, la fiesta de la Epifanía conmemoraba y
celebraba los tres momentos más importantes del comienzo de la vida de Jesús:
su nacimiento en Belén, la adoración de los Magos y ser bautizado por Juan en
el Jordán.
Navidad (del latín
dies natalis) es el relato
poético e imaginario del nacimiento y la aparición y por ello de la presencia
entre los hombres de un “salvador”.
Epifania, que significa manifestación, aparición, revelación, es
el hermoso cuento de la llegada de los Magos al pesebre de Belén. Es uno de los
mitos cristianos más populares y célebres, sobre todo en la Iglesia de Oriente,
a causa de su gran carga simbólica. Históricamente es más antigua que la fiesta
de Navidad que, en Occidente, se comenzó a celebrar sólo a partir del siglo V, cuando
reemplazó las fiestas paganas del solsticio de invierno, en las que se saludaba
la llegada del dios-sol mensajero y
portador de más claridad y luz a los seres humanos.
Entonces,
para los cristianos, Navidad y Epifanía constituían dos solemnidades bastante
semejantes porque, tanto la una como la otra, conmemoraban la aparición de
Jesús en el mundo de los hombres. Un Jesús a quien la fe cristiana consideraba
presencia de Dios, estrella de Dios y luz de Dios, aparecidas para disipar las
tinieblas de la maldad y del mal.
La
fiesta del bautismo del Señor, en las
aguas del Jordán y el relato de una voz divina que presenta a Jesús como el
hombre “privilegiado” por Dios, por El especialmente amado y que se manifiesta
públicamente a los hombres de su tiempo.
Todos
estos cuentos fueron imaginados y elaborados por los autores cristianos del
siglo primero con el fin de hacer comprender a sus hermanos en la fe que, con
la aparición y presencia de Jesús entre nosotros, hizo su aparición en nuestro
mundo una nueva cualidad de amor (incondicional, gratuito y desinteresado). Una
nueva forma de amor que encontró en Jesús su receptáculo, su morada y su
elección manifiesta.
En
efecto, a través de la vida y la obra de este hombre, ese amor está ahora
destinado a comunicarse, manifestarse, activarse y actuar en la vida de todos
aquellos y aquellas que se apegan a él y lo siguen en el camino que trazó para
que cambien el mundo viejo en un mundo nuevo. Un mundo que Jesús llamó “el reino de Dios” y del que señalaba debía
construirse primero en cada uno de nosotros, porque primero – decía: “el Reino de Dios está en ustedes”.
Entonces
la Epifanía se hace hoy para nosotros una historia magnífica que, en su
simbolismo y su poesía encantadora, quiere anunciarnos la aurora de un nuevo
día que se levanta sobre nuestra tierra. Anuncia la posibilidad de una nueva
manera de ser humano y de amar. El advenimiento de una nueva sociedad donde las
relaciones entre los individuos ya no estén basadas, como en el pasado, sobre
el principio bruto y primario de la fuerza, el temor, el interés personal, el
enfrentamiento, la explotación y la opresión del más débil por el más fuerte,
sino sobre la fuerza de la compasión y el amor fraternal y desinteresado que
hace de nosotros personas espiritual y humanamente más dotadas y realizadas.
Por tanto, ya no más la práctica de la discriminación, la ley del talión, el
“diente por diente”, sino de la mano tendida, el amor a los enemigos, el bien
ofrecido a los que nos quieren mal, el perdón concedido “setenta veces siete”,
amar no como querríamos ser amados, sino como “Dios” ama.
De ahí
por qué los cristianos sienten la necesidad de celebrar, recordar y
confrontarse continuamente, o al menos cada año, con el Misterio de esta
“divina” presencia del amor escondido en las profundidades de nuestro ser. A lo
largo de estas celebraciones, muchos de entre nosotros buscan hacer balance y
ver en qué medida la presencia de ese amor ha conseguido transformar y mejorar
la calidad de nuestra vida.
Conservar
activa en nosotros la presencia de esta cualidad única de ese amor del que sólo
nosotros somos capaces, debería ser la principal inquietud de cada cristiano.
Porque ese preciado tesoro ha sido confiado principalmente a nuestra
responsabilidad de discípulos de Jesús. Como él y después
de él, en efecto, somos sus principales mensajeros y testigos. Nuestra misión
consiste en ayudar a los individuos de nuestra especie a dar el salto evolutivo
hacia una forma más amable y amante y por ello más realizada de humanidad.
Bruno Mori 1o
enero 2021
Traducción de
Ernesto Baquer
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