(1° dom. Cuaresma,
B)
Como cada año, la liturgia del primer domingo de Cuaresma
nos presenta el episodio de las "tentaciones de Jesús" en el
desierto… este año en la versión concisa y lapidaria de Marcos. El lugar del
combate es el desierto y los protagonistas son: Espíritu - Jesús - Demonio…
todos con su tarea específica. Veámoslo más en detalle…
Desierto
y soledad: El término griego
del evangelio, traducido habitualmente con la palabra "desierto",
puede traducirse también por "soledad". Yo prefiero esta última
traducción que, al comienzo de nuestro viaje cuaresmal, nos hace descubrir el
inmenso valor que puede tener el "estar solo consigo mismo"; el
buscar la soledad, para descubrir el valor de la relación y la comunión con
Dios y con los otros.
El Evangelio, contra lo que podríamos pensar, nos dice
que, cuando el hombre intenta estar solo para recuperar espacios para uno
mismo, para emprender un viaje de búsqueda, reflexión, introspección,
precisamente en esos momentos de soledad descubre, no sólo ser alguien, tener
una identidad, un valor, un fin, sino también no estar realmente jamás solo,
sino instaurado en una relación constante y necesaria con la creación entera,
sin la cual le es imposible realizarse en cuanto hombre. Así, el evangelio nos
dice que la soledad no es un valor en sí, sino un medio de recuperar y vivir
mejor su relación con el Misterio Último, tal como se manifiesta en la
naturaleza y en nuestros hermanos humanos.
De ahí por qué en la tradición cristiana la soledad se ha
comprendido como un valor y ha guiado a un gran número de personas a descubrir
el Dios de Jesús (Padres del desierto, cenobitas, tradición monástica y otros).
Cuando la sociedad no da o no ofrece el suficiente espacio para un viaje hacia
la comprensión de uno mismo, es necesario que cada uno pueda encontrar el
tiempo de evadirse lejos de la agitación y del tumulto del mundo, para suscitar
o proporcionar encuentros que transformen y den más sentido a su vida.
En la soledad frecuentemente descubrimos la presencia de
un Misterio que nos engloba y nos sobrepasa. Descubrimos la compañía de Dios…
¡¡¡Dios se hace presente en el silencio del hombre!!! Un salir del ruido del
mundo, un tiempo de soledad, de silencio, de calma, de meditación, de oración,
podrían ser el secreto de una transformación o una renovación interior, y el
inicio de una solución a los muchos problemas que perturban y agreden nuestra
existencia. Entonces, ¿por qué no intentarlo en esta Cuaresma?
El
Espíritu: En el evangelio
que acabamos de leer se dice que es el Espíritu de Dios, del que está repleto
Jesús, quien lo impulsa a la soledad del desierto, donde descubrirá la verdad
sobre su persona, su misión y la finalidad de su vida. La tarea del Espíritu es
iluminar y guiar, pero esta soledad debe serle ofrecida. El espíritu que viene
de Dios debe poder encontrar una puerta abierta para entrar, una antena
orientada para ser captado. El trabajo del Espíritu intenta iluminar,
clarificar la vida y las cosas de la vida y ayudarnos a sintonizar con los
valores que vienen de Dios. Hay que subrayar que Jesús, "conducido por el
Espíritu", es capaz de encontrar su verdad, el verdadero sentido de las
palabras de las Escrituras… y sintonizar en la longitud de onda de Dios; lo que
el diablo no consigue.
Los que viven en el Espíritu se convierten en seres
sensibles a la luz de la verdad; al vivir en la luz se convierten en seres de
luz. Sus ojos se abren. Entonces pueden ver y comprender dónde se encuentra y
en qué consiste la verdad de su ser y que valores los enriquecen realmente y
dan sentido y plenitud última a su vida.
Porque están abiertas y sensibles a la acción del Espíritu, esas personas
consiguen construirse una "espiritualidad", ser más
"espirituales". Ello les permite dar luminosidad, transparencia y
profundidad a su existencia. Hace de ellos individuos especialmente atrayentes
y modelos especialmente logrados de humanidad, que dan ganas de seguirlos. Es
lo que Jesús ha sido y continúa siendo para todos los que somos sus discípulos.
El
Diablo: el diablo en la
Biblia es el símbolo y la personificación de todo lo que nos divide y nos
destruye en cuanto personas. En este relato de las tentaciones, el
"diablo" parece ser protagonista evidente, como el egoísmo, el repliegue
sobre nosotros mismos, las ganas de prevalecer sobre los otros y de hacerles
mal, que frecuentemente están en nuestra vida. Su papel es dividir (dia-bolos).
De hecho, tratará de separar a Jesús del Padre… y de atacar a cada ser humano
en lo más profundo de sí mismo, en lo que tiene más precioso como persona: su
capacidad de amar gratuita y libremente, y de crear relaciones de comunión y
fraternidad.
La psicología y las ciencias humanas afirman unánimemente
que el ser humano no es feliz, pierde sus referencias, se perturba, se angustia
e incluso se suicida, cuando no es capaz de construir relaciones (sanas y
satisfactorias), o cuando no tiene una buena relación consigo mismo. Porque el
ser humano es por definición un animal que sólo se humaniza y realiza como
persona a través de su capacidad de entrar en relación y de crear relaciones.
Sin buenas relaciones con la realidad que lo rodea, o cuando esta capacidad de
crear relaciones no funciona, el ser humano se deshumaniza y muere.
A través de su lenguaje simbólico, el relato evangélico
quiere decirnos que el diablo (el mal) manifiesta su fuerza y su poder sobre el
hombre cuando éste no quiere o no puede encontrar una buena relación consigo
mismo, con su prójimo y con Dios. Entonces, el evangelio nos invita a
fortalecernos con el "remedio" de la Palabra y del Espíritu de Dios
proclamado por Jesús, para que podamos dotarnos a fin de enfrentar la tentación
de cerrarnos sobre nosotros mismos y separarnos de nuestros hermanos.
Jesús: Jesús muestra que es posible la fidelidad a Dios y que
las tentaciones pueden superarse. Es la prueba viviente que no hay nada
imposible para el hombre que se deja guiar por el Espíritu. Y así, en el
desierto, se convierte en el prototipo del hombre fiel que, porque ha
conseguido entablar una buena relación con Dios, logra también vivir una buena
relación consigo mismo y con su prójimo.
Al final, el texto
del evangelio dice que el diablo "se alejó de Jesús de momento": sin
duda para significar que la tentación y la atracción del mal, nos acechan
continuamente y que la coherencia y la fidelidad a las exigencias y llamados
del Evangelio constituyen el combate de toda una vida. Pero el texto dice
también que contamos con la ayuda del Espíritu, que nos sugiere las estrategias
y tácticas a poner en marcha para realizarnos como humanos completos y como
hijos de Dios.
Bruno Mori 2018 –
Traducción de Ernesto Baquer
(//1 domingo cauresma B 2018)