(21º dom. ord. C, Luc 13,
22-30)
Orig.francés:http://brunomori39.blogspot.com/2019/08/un-amour-qui-est-deja-notre-paradis.html.
Como siempre, los textos del Evangelio que leemos cada
domingo, están para sacudirnos y obligarnos a reflexionar. Un hombre pregunta a
Jesús cuantos son los salvados. ¿Cuál es la consistencia y la afluencia de los que llegan a entrar al paraíso? ¿Son
muchos? ¿Son pocos? ¿Hay mucha circulación en la ruta al paraíso? ¿Hay
embotellamiento? ¿O es como la carretera los domingos a las cuatro de la
mañana, como la puerta de la iglesia a
la hora de la misa?
Quizá ese hombre hizo la misma pregunta a los rabinos o a
los maestros de la ley de su tiempo sin obtener una respuesta satisfactoria que
apacigüe su miedo al más allá. Una pregunta que nos planteamos ahora y antes,
frecuentemente y con inquietud. ¿Qué habrá en el más allá? ¿Qué encontraremos
después de la muerte? ¿Realmente habrá un paraíso? ¿Realmente un infierno?
¿Otra vida? ¿Me aguarda la felicidad? ¿Hay realmente un Dios que me ama y me
espera? ¿O todo eso será tan sólo producto de mis deseos; una proyección o una
construcción de mi espíritu y de mi ser que no se quieren resignar a un fin;
que rechazan morir y desaparecer en el vacío para siempre? ¿O será simplemente
una hermosa fábula inventada por la religión y los sacerdotes para enganchar a
los fieles? Y si existe un paraíso, ¿será para todo el mundo o nada más para
algunos? ¿Estaré entre los elegidos o entre los rechazados? ¿Podré poseer las
condiciones indispensables para realizar la calidad de vida necesaria para
merecer la vida eterna?
Debemos reconocer que hoy existe mucha gente que
encuentra este tipo de interrogantes e inquietudes ridículas. Por la simple
razón que no creen en Dios y por ello tampoco en una vida después de la muerte.
Piensan que la vida se reduce a esta existencia temporal y que la muerte marca
el fin de todo, la aniquilación de todos nuestros proyectos, nuestras esperas y
nuestras esperanzas.
El hombre del evangelio que pregunta a Jesús debía
pertenecer a la clase de personas inquietas. Extrañamente, Jesús no responde la
pregunta. En vez de alentar su curiosidad y revelarle el número de salvados,
Jesús intenta impulsar a ese hombre a hacerse cargo y asumir sus responsabilidades
en la sociedad y en el mundo en que vive. Como si Jesús le dijera y nos dijera
a cada uno de nosotros: “Tu paraíso y tu felicidad eterna comienzan aquí y
ahora. Son un regalo del amor y la gracia de Dios, cierto, pero también una
regalo que se te concede desde ahora, como consecuencia y producto del amor con
el que serás capaz de amasar, fermentar y sazonar tu vida. Es el amor, la
puerta estrecha, el difícil pasaje, el pasaje obligado que para llegar al
descubrimiento de una vida nueva y, quizás, vivir la experiencia de tu
realización humana y de tu felicidad. Ya ahora, tu vida puede ser un paraíso o
un infierno. Tu paraíso o tu infierno estás en proceso de construirlos y
vivirlos en este momento. Si tu vida está basada en el amor, estás ya en el paraíso;
si está construida sin amor, en el egoísmo, el poder, el enfrentamiento y el
odio, estás viviendo ya probablemente en un infierno.
Todos sabemos por experiencia ¡hasta qué punto es difícil
el camino estrecho del verdadero amor! Hablo del amor sincero, desinteresado;
un amor que perdona, que no tiene rencor, que lo excusa todo, que no juzga; el
amor que ayuda, que acoge a todo el mundo, el amor que sonríe incluso a los más
antipáticos; el amor que da el primer paso hacia los que nos han ofendido, herido,
hecho daño; el amor capaz de inclinarse incluso ante el enemigo para aliviar,
ayudar, hacer pensar, darle una oportunidad de rescatarse… (Es el amor-caridad
descrito en el capítulo 13 de 1ª Corintios) [1]. ¡Esa es la puerta difícil de
atravesar de que habla Jesús!... Y por desgracia, ¡es verdad que no son muy
numerosos los que consiguen franquearla!
Es mucho más fácil pasar por la puerta grande abierta del
odio, el resentimiento, la venganza, la violencia, el egoísmo, la avidez, la
mentira, los celos, los juicios desfavorables, la ofensa, la intolerancia, la
maldad… Las gentes se agolpan, ¡incluso hacen cola delante de esta puerta!
Quizá también nosotros, que estamos aquí esta mañana, mansos como ovejas para
asistir a la misa dominical, formamos parte de este grupo.
El Señor nos lo advierte esta mañana: « ¡Atención,
ustedes que se creen mis amigos y que pretenden conocerme porque están aquí en
mi presencia! Cuidado ustedes, que piensan que no tienen nada que reprocharse y
que son cristianos ejemplares. Estén atentos porque, si Dios no reconoce su
imagen en ustedes y la forma de su amor en vuestra vida y vuestro corazón, se
lleven un día la sorpresa de que les diga: “Y ustedes, ¿Quién son? ¡Yo no los
conozco!”
Entonces, a lo largo de esta Eucaristía, pidamos al Señor
que nos libere de la tentación del orgullo, de pretender no necesitar
conversión, y que nos ayude a llenar nuestro corazón de ese amor que es ya
nuestro paraíso porque contiene el secreto de nuestra realización y nuestra
felicidad.
Bruno Mori - Traduction de Ernesto Baquer
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[1] « "El amor es paciente y muestra comprensión. El amor no tiene
celos, no aparenta ni se infla. No actúa con bajeza ni busca su propio interés,
no se deja llevar por la ira y olvida lo malo. No se alegra de lo injusto, sino
que se goza en verdad. Perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y
lo soporta todo." (1ª Carta a los Corintios, 13)