Hablarán un lenguaje nuevo…
(Ascensión B)
Original francés: http://brunomori39.blogspot.com.uy/2015/05/notre-aspiration-vers-les-hauteurs.html.
No sé si ustedes se han dado cuenta,
pero, en general, a todo el mundo le fascinan y atraen las alturas (árboles,
escaleras, postes, torres, rascacielos, escaladas, parapentes, alas delta,
paracaidismo, alpinismo, aviación, cohetes, conquista espacial). Parecería que
es algo que forma parte de nuestra naturaleza, un instinto innato que se
remonta sin duda muy lejos en la historia de nuestra especie; un recuerdo,
quizá de un tiempo en el que éramos homínidos, recientemente bajados de los
árboles, que eran con frecuencia el único medio de escapar de los peligros que
nos acechaban en el suelo: encaramarnos a los árboles era la manera de
salvarnos en las alturas.
Este encanto, esta fascinación por las
alturas nos viene también de la mirada envidiosa y maravillada con que la raza
humana, desde la noche de los tiempos, observó el vuelo de los pájaros.
Criaturas mágicas capaces de escapar de la gravedad que nos ata al suelo y que les
da una libertad que sólo podemos soñar.
También es allí, en las alturas, donde la imaginación
humana pensó la residencia de los dioses. Es allí, en el cielo, en compañía de las
estrellas, es donde los hombres imaginaron que encontrarían su felicidad por
toda la eternidad.
He descubierto también otra cosa: la
atracción por las alturas (como la pasión por la velocidad) es inversamente
proporcional a nuestra edad: cuanto más jóvenes somos, más nos sentimos
atraídos por el ascenso a las montañas; cuanta más edad tenemos, más
permanecemos pegados a ras de suelo y más nos aferramos a la seguridad que nos
proporciona la solidez y la pesadez de nuestra existencia. Lo llamamos sentido
común, prudencia, sabiduría. ¿Y si sólo fuese miedo?
Sea lo que sea, podemos ver en esta
predilección por las alturas, una parábola de la vida, y sacar reflexiones
importantes. La fiesta de hoy (la Ascensión) viene justamente a encontrarse con
ese instinto primitivo que llevamos en nosotros. Busca interpretar y
cuestionarnos ese deseo. Nos dice: ¿Y si esa atracción estuviera allí por algo,
o al menos, para decirte e indicarte algo? Quizá quiere hacerte comprender que
tú estás hecho para vivir en alto; para vivir tu existencia en un nivel
superior, más elevado que el que querría coaccionarte la pesadez y la fuerza de
gravedad de tus exigencias, tus apetitos y tus necesidades materiales. Esta
atracción hacia las alturas que tu sientes tan fuerte, está quizá para
indicarte, con bastante claridad, que tú eres alguien especial; alguien hecho
para vivir más arriba y no para quedarte abajo; más para el cielo que para la
tierra. ¡Sigue entonces el impulso de tu corazón y la aspiración de tu alma!
Pienso que Jesús, presentado por
Marcos en este movimiento de elevación y ascensión al cielo tan típico de los
humanos, es verdaderamente imagen y símbolo del movimiento que debería ser la
aspiración de toda existencia humana. En otras palabras, el mensaje que el
domingo de la ascensión quiere transmitirnos es el siguiente: "Si tú
quieres culminar tu existencia, tienes que darte alas, altura. ¿Cómo? Dejándote
conducir por Jesús en su movimiento hacia lo alto".
A través de la parábola (o imagen
poética, que no hay que tomar como un hecho real e histórico) de Jesús
ascendiendo al cielo, el evangelio quiere decirnos: "Este es un hombre que
ha sabido vivir su vida en un nivel de altura que no cesa de asombrarnos,
porque ha sabido orientar su vida en una forma casi exclusiva hacia la
conquista de la intimidad con Dios. Por eso se ha convertido en el hombre según
el corazón de Dios y, en consecuencia, en un milagro de humanidad; en ejemplo
admirable de hombre plenamente realizado. ¡Sigan su camino! También ustedes se
convertirán en seres que vuelan alto; personas según el corazón de Dios;
hombres y mujeres que viven en un nivel y en una calidad de humanidad que
maravillará e interpelará a todos los que los rodeen.
Por tanto, el evangelio nos asegura
que nuestra adhesión a Jesús de Nazaret hará de nosotros no sólo seres curados,
reparados, restaurados, sino también criaturas nuevas, plenamente regeneradas y
transformadas. Personas capaces de un nuevo estilo de vida, animadas por otro
espíritu, que priorizan y que siguen otros valores, que pertenecen desde ya a
otro mundo y otro género de sociedad, que comunican en otra longitud de onda y
que hablan un lenguaje nuevo.
En estas alturas de adhesión y de fe,
siempre según el evangelio de este domingo, nada de aquí abajo
nos dará miedo o nos angustiará. Estamos anclados en la fuerza y la confianza
que nos viene de la proximidad con Dios. Podremos estar rodeados de serpientes;
manipular y tratar víboras, sin asustarnos. Podremos estar sumergidos en un
mundo de injusticia, de odio, de maldad; tocar toda clase de venenos, sin que
nos afecten.
A causa de nuestra transformación
interior y la altura en que vivamos, a causa de la inquebrantable certeza de
ser personas amadas y queridas por Dios, estamos anclados en la paz y la
confianza y nos convertimos necesariamente en punto de referencia para los
extraviados; en puerto de acogida para los rechazados; en signo y esperanza de
salud para todos los heridos de la existencia.
Sí, es verdad: los enfermos que
vengan a nosotros ¡se encontrarán bien! Porque, a causa de nuestra vinculación
con el Dios de Jesús, nos hemos convertido, nosotros los cristianos, en
portadores en nuestro mundo de la calidad y la fuerza de su Amor.
Bruno Mori
(Traducción de Ernesto Baquer)