samedi 26 mai 2018

PERMANEZCAN SIEMPRE EN EL AMOR - Jn 15,1-8



(5° domingo de Pascua B )    

El fragmento del Evangelio de hoy, está extraído de un largo discurso (llamado el discurso de despedida o testamento espiritual de Jesús) que Juan el evangelista pone en labios de Jesús. Este discurso, como por otra parte todo el evangelio, está construido a partir de recuerdos en torno a la persona de Jesús de Nazaret que circulaban en el seno de la comunidad cristiana del siglo primero: recuerdos de actitudes, comportamientos, palabras, enseñanzas, milagros del Maestro… Este bellísimo y conmovedor discurso de despedida, repleto de lirismo, emoción y ternura, nunca fue pronunciado por Jesús en la forma que fue redactado en el evangelio de Juan , pero refleja sin duda pensamientos y sentimientos auténticos del Maestro.

En su conjunto, el evangelio de Juan es de hecho una reflexión teológica tardía; una especie de meditación espiritual y mística, dirigida a los cristianos de fines del primer siglo, para suscitar interés, atracción, impulsar simpatía y afecto hacia la persona de Jesús. Este evangelio quería que los cristianos y no cristianos de su tiempo captaran el sentido, el valor y la riqueza de la enseñanza de ese hombre extraordinario y lleno de Dios.

 El evangelista sitúa este discurso de Jesús en el contexto de una cena (la cena pascual) por lo tanto con el trasfondo de una especie de liturgia "eucarística", con el fin de hacer comprender a los cristianos de su tiempo que, también ellos, cada vez que se reunían para celebrar la eucaristía (o la Cena del Señor), entraban en comunión con Jesús; hacían un "cuerpo" con él; comían de él, porque recibían y escuchaban su palabra, reflexionaban sobre su significado, para después integrarlo en la trama de su existencia cotidiana.

En el pasaje de hoy, el tema propuesto a la reflexión de los discípulos recuerda la necesidad de permanecer siempre unidos en mente, corazón, pensamiento y sentimientos con el Maestro. Porque si los cristianos no nos ajustamos a él, si nos olvidamos de él, si lo dejamos de lado, si lo abandonamos, si no lo sentimos presente y activo en nuestra vida, si no continuamos nutriéndonos con su palabra ni cuestionándonos en la fuente de su Espiritu, sino buscamos vivir ni actuar como él, su obra no tendrá continuación, el movimiento de renovación espiritual y humana que puso en marcha se acabará, la llama de su Espíritu se apagará, la fuerza y el impacto de su ejemplo, su estilo de vida y los valores que lo hicieron vivir se perderán y desaparecerán, quizá por siempre… y Jesús habrá muerto en vano. La humanidad entera se empobrecerá y el Universo enlentecerá su impulso evolutivo hacia una mayor perfección. Sin su espíritu, sin su enseñanza, sin los valores que nos dejó, sin el Dios que nos reveló, la humanidad quedaría privada del tesoro más precioso y del don más grande jamás recibido.
Este texto del evangelio nos advierte que sin la sabia que nos llega de ese portento de humanidad, corremos el riesgo de marchitarnos, de vivir una vida hueca, estéril, mezquina, mísera, sin profundidad, sin altura, sin sentido y sin grandeza, pobre en humanidad. Seremos ramas de la vid secas y arrugadas que jamás darán vino de calidad.

De ahí por qué el evangelio de hoy exhorta a los cristianos a permanecer adheridos a Jesús, como las ramas han de permanecer adheridas a la vid para recibir la sabia que necesitamos para producir el vino bueno de la fiesta, de la alegría, la convivencia, la comunión y la fraternidad.

Además, este texto quiere exhortar a los cristianos a tener presente una verdad fundamental: que Jesús ha sido el hombre que, mejor y más que cualquier otro, ha vivido en contacto íntimo con Dios, ha reflejado a su Dios, ha comprendido a Dios, ha hablado de Dios. De modo que, gracias a cuanto Jesús nos ha revelado sobre Dios y de Dios, hoy, nosotros cristianos sabemos que Dios es totalmente otro del que nos describieron las religiones antiguas y también la nuestra. Y gracias a Jesús, hoy sabemos que Dios es una Misteriosa Energía hecha de Amor, tan sólo de Amor y nada más que Amor. Un amor originario y abisal metido en la existencia del cosmos entero, que impregna, crea y hace evolucionar todo lo creado, del que nosotros somos un elemento especialmente importante y perfeccionado.

El evangelio de Juan, presenta a Jesús como quien ha revelado que esta misteriosa Energía Amorosa originaria que llamamos "Dios" está presente de modo especialmente intenso y activo en cada ser humano. De modo que el corazón y el núcleo central de toda la predicación de Jesús es la afirmación y la revelación de que cada ser humano es el lugar privilegiado de la presencia del Dios-Amor o del Amor de Dios en la tierra; que el ser humano es una expresión y una manifestación particularmente lograda y completa de la presencia de Dios y de su Amor en nuestro mundo. Y porque Jesús estaba convencido de esta presencia particular del Dios-Amor en el corazón del hombre, es que Juan el evangelista, reflejando el pensamiento de Jesús, dirigiéndose a los cristianos de su tiempo podía escribir: "Nosotros hemos llegado a conocer y hemos creído en el amor que Dios nos tiene. Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios y Dios permanece en él… Ámense los unos a los otros, porque el amor viene de Dios y todo el que ama ha sido engendrado de Dios, conoce a Dios y vive en Dios" (1 Jn, 4-16-18).

El texto del evangelio de hoy reafirma esta convicción de Jesús, diciéndonos que tan sólo permaneciendo en comunión con el espíritu de Jesús, podremos activar en nosotros el amor que Dios ha infundido en nuestros corazones. Gracias al amor recibido de Dios y que, ahora, como discípulos de Jesús, orienta nuestras decisiones y nuestras acciones, seremos capaces de aportar nuestra contribución a la construcción de un mundo mejor, del "Reino de Dios" construido con el principio del amor, el servicio y la fraternidad, que ha sido siempre el sueño más anhelado de Jesús de Nazaret.
Jesús será siempre recordado, admirado y amado por haber sido una pieza maestra de humanidad y un campeón del amor. Ha sido para todos un ejemplar casi perfecto de bondad, disponibilidad, escucha, empatía, acogida, paciencia, misericordia, perdón. Curó, confortó, animó, defendió; infundió esperanza, impulso y fe en la vida… Ha devuelto confianza y ganas de vivir al que está desesperado, depresivo, desilusionado, decepcionado, enfermo o perseguido, excluido, inculpado, condenado… El será siempre para cada uno de nosotros una fuente de inspiración y un espejo en el que mirarnos continuamente para ver y saber si nuestra personalidad se configura y se presenta con los trazos de un ser auténticamente humano.

Sólo viviendo con amor y en el amor podríamos, no sólo estar unidos a Jesús, sino estar también unidos a Dios, a cuyo Amor damos cuerpo y consistencia en este mundo. A través de nosotros y en nuestro amor, Dios continúa la obra de su creación, haciéndola evolucionar hacia una perfección cada vez mayor…

En el amor nos hacemos así colaboradores de Dios. Gracias a Jesús, nosotros humanos sabemos ahora ser los instrumentos conscientes de la actividad amorosa y creadora de Dios en el Universo.     

Bruno Mori – Montréal 2018

Traducción de Ernesto  Baquer 

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