dimanche 23 décembre 2018

Una realeza que no es como las otras -Jn 18,33-37



( Fiesta de Cristo Rey,   34º dom ord B )

Original francés: http://brunomori39.blogspot.com/2018/11/une-royaute-pas-comme-les-autres.html.

La fiesta católica de Cristo Rey me hace sentir cierta incomodidad porque el término “rey” para nosotros, evoca connotaciones y consonancias que difícilmente concuerdan con lo que Jesús fue y enseñó a lo largo de su vida.

Ese título de rey, en efecto, comporta necesariamente la idea de superioridad, de poder, de autoridad suprema, de honores, fasto, riquezas… conceptos y actitudes que difícilmente podamos atribuir a Jesús de Nazaret y que él siempre reprobó y rehusó para sí.

Queriendo guardar totalmente el simbolismo de la realeza que esta fiesta litúrgica nos propone, prefiero interpretarla en el sentido de una “realeza” personal que Jesús vivió intensa y plenamente a lo largo de su existencia entre nosotros.

Entiendo por “realeza personal”  el hecho de que Jesús fue siempre el dueño y único soberano de su existencia. Jamás se sometió a nadie, a no ser Dios. No reconoció ni aceptó en su vida ninguna otra voluntad, autoridad ni poder. No se dejó dominar ni por las instancias civiles ni por las religiosas. Fue el hombre de la libertad y la independencia más total. Se sintió siempre libre frente a imposiciones, obligaciones, coacciones que vinieran de leyes, normas, preceptos, prohibiciones de la religión de su tiempo. Tuvo la audacia de declararse públicamente señor del sábado y de descalificar abiertamente todo uso de autoridad y poder que no tuvieran la forma del servicio gratuito y la disponibilidad amorosa.

Esa independencia interior, ese dominio personal de su vida y esa actitud de libertad real de Jesús brillan con toda claridad en el diálogo de Jesús con Pilatos que el evangelio de Juan nos propone este domingo. Jesús está ante el procurador romano como el acusado, el delincuente, el culpable, que, aparentemente, no tiene ningún poder, ni valor, ni dignidad, ni libertad. Pilatos, al contrario, parece ser la encarnación del poder, la autoridad, la realeza y la libertad. Representa a la autoridad imperial de Roma, se lo puede permitir todo; puede hacer todo lo que quiera; tiene el derecho de vida y muerte de sus súbditos. Y no se privará de ejercerlo.

En realidad, Pilatos es un pobre diablo. Es un oportunista que sólo busca su éxito, que maniobra para sobrevivir en un medio político repleto de luchas, rivalidades y competencias; un funcionario que hace de todo para quedar bien parado, para mantener su puesto; para defender y reforzar, por todos los medios, su prestigio y su buena reputación ante Roma y las autoridades religiosas judías. Es un hombre fundamentalmente inseguro, inestable, lunático, temeroso y totalmente dependiente de la opinión pública y la razón política.

De suerte que su miedo y su inseguridad lo impulsan a actuar y gobernar como un tirano, mediante el recurso a una crueldad tal que Toma debió intervenir para obligar a controlar sus rasgos psicópatas y a limitar sus masacres y el número de sus ejecuciones.

Frente a la calidad humana de Jesús, la deficiente calidad humana de Pilatos es nada. En esta escena de Jesús en el tribunal de Pilatos, el que posee el control de la situación y el verdadero poder sobre su propia vida, no es Pilatos, sino Jesús. Quien tiene un comportamiento real de verdad, no es Pilatos, sino Jesús. No es Pilatos quien trata de salvar a Jesús, es Jesús el que busca salvar a Pilatos. Es Jesus el que pretende abrirle los ojos a Pilatos sobre la sombría verdad de su vida; hacerle comprender que su poder y su libertad son un asco, mientras no sea capaz de asumir el control de su vida, de liberarse de sus ansiedades; mientras no deje de vivir en función de su carrera, en función de los otros, y deje de ser esclavo de satisfacer sus ambiciones y sus sueños de gloria y poder.

“Mírate –parece decirle Jesús- mis adversarios me han entregado a ti para que me juzgues y me condenes. Al hacerlo, te dictan de antemano qué hacer. Significa que se burlan de tu autoridad; que te llevan del hocico y que, a sus ojos, sólo eres una marioneta que hacen bailar a su antojo. Y tú te comportas conmigo exactamente como ellos han previsto que tú hagas. Sabes que soy inocente, pero eres demasiado débil para hacerme justicia y para contrariar a las autoridades judías que quieren mi muerte. En realidad no tienes ningún poder y no actúas como señor de su autoridad y de la situación”.

“Eres esclavo de los equilibrios de poder, de tus miedos, tus cálculos políticos, tus intereses personales y tus ambiciones. Eres incapaz de juzgar mi causa con la independencia y la verdadera autoridad de un magistrado libre e imparcial. No eres capaz de tomar el control de mi caso como no eres capaz de tomar el control de tu vida. Y entonces te lavas las manos, renuncias, abdicas de tus responsabilidades y condenas un inocente, y muestras así que eres incapaz de actuar en justicia y de hacer la verdad en tu vida y en la de los demás”.

“Tú no tienes ningún poder ni sobre tu vida, ni sobre la mía. Mi vida me pertenece totalmente. Al contrario que tú, mi vida yo la posee plenamente, la controlo, la oriento y la configuro como quiero. Ni tú, ni nadie, pueden quitármela. Mi vida, la vivo como quiero y la doy cuando quiero. Yo soy el único rey y señor de mi existencia. Sí, querido Pilatos, yo soy rey, pero no a tu manera, no en tu mundo, no utilizando tus medios.”

El discurso que Jesús dirige a Pilatos, lo hace también a cada uno de nosotros: “Eres tú el señor y rey de tu vida? ¿Qué autoridades, qué principios, qué valores orientan tus opciones? ¿Quién dirige tu existencia?¿Quién manda tu casa? ¿Eres tú quien rige los contenidos de sus deseos, tus aspiraciones, tus sueños, tus adhesiones, tus amores? ¿O son esos contenidos los que controlan y dirigen el desarrollo de tu existencia? ¿En qué sueñas? ¿Sueñas en poseer en grande o en ser grande? ¿Poseer muchos bienes o hacer mucho bien? ¿Quiénes ser rey, señor y dueño de tu corazón, tu alma y tu espíritu…? ¿Eres un hombre libre o un esclavo: ¿esclavo de los bienes y las cosas que tú posees, esclavo de la droga, del alcohol, del cigarro, de la pornografía, de la TV, de Internet, de los juegos en línea, del teléfono inteligente…? ¿Eres tú un hombre libre o un individuo dependiente de su codicia, sus impulsos instintivos, sus prejuicios, su intolerancia, su agresividad, la moda del momento, la publicidad, la opinión y el gusto de los demás, las compras compulsivas, el consumo a ultranza…?
Esta fecha es una buena ocasión para reflexionar sobre nuestras esclavitudes y nuestras dependencias, a fin de hacer nacer en nosotros el deseo de ser personas libres como Jesús y llegar a ser, como él, los reyes y los verdaderos dueños de nuestra existencia.


Bruno Mori – 19 noviembre 2018


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