(4º Adviento B)
El último domingo recordamos que la razón de la alegría
cristiana proviene de creer que el mundo está impregnado de la presencia y la
acción de Dios: estamos convencidos, como discípulos cristianos del Maestro de
Nazaret, que Dios está con nosotros; que forma parte de nuestro mundo; que se
ha encarnado en nuestras vidas, que nos ama y acoge sin condiciones. ¿Cómo estar
angustiados, asustados, tristes, cuando tenemos la certeza de que Dios está con
nosotros, presente en nuestras vidas?
¡Estamos en vísperas de Navidad! Muchos de nosotros quizá
hemos concluido la carrera por almacenes, comestibles, regalos, para la cena de
Navidad. Comprando, quizá pensamos en las razones del embalaje festivo que nos
propone la sociedad. Según toda la publicidad ¿qué debemos hacer para pasar una
Feliz Navidad? Tenemos que gastar, comprar, tener. La sociedad de consumo en
que vivimos nos dice: “Cuántos más regalos tengamos, más cosas que comer, más exquisita
la cena, más adornos e iluminarias en nuestra casa, más imponente y lleno de
regalos el árbol, más dichosos, felices, seremos”.
Ninguna mención al misterio de un Dios que se acerca al
hombre, que viene, que está presente. En lugar suyo, por todas partes, la
figura idiota de ese papá Noel grotesco e insípido, inventado exprés para la
industria del consumo, para hacer olvidar la Navidad cristiana. Sin embargo,
ese Noel pagano, está lejos de producir alegría y fiesta de verdad. Nunca
conseguirá tocar verdaderamente nuestro corazón y producir el bien. Ese
derroche de consumo produce todo lo contrario: provoca desilusión,
insatisfacción, fatiga, malestar, indigestiones y soledad. Es una Navidad
frecuentemente llena de aburrimiento, tristeza… y de injusticias.
Además, ¿cuántos son los que pueden permitirse toda esa abundancia que la sociedad
moderna de consumo presenta como necesaria para la felicidad de Navidad? Si la
Navidad es hermosa, sólo porque vivo en la abundancia y la profusión, ¿qué
sentido puede tener para los pobres, los refugiados, los sin techo, las
personas solas, los enfermos en un lecho de hospital? ¿Ellos no tendrán
Navidad?
Como podemos constatar, la Navidad propuesta por la sociedad de consumo, es
sólo una fiesta inventada por los ricos y para los ricos. Es una Navidad que
discrimina, una Navidad injusta, una Navidad que excluye de la fiesta y de la
alegría a los menos afortunados, aunque sean los más necesitados de alegría y
de felicidad. Ante una Navidad pagana, los pobres sólamente pueden sentirse
tristes y desgraciados.
¡Veamos entonces el evangelio de hoy! Un hermoso relato que nos permite
descubrir el verdadero sentido de Navidad. El encuentro de María con su prima
Isabel, embarazada de Juan, es un grito de júbilo, de asombro y de
reconocimiento. Hasta el niño en el seno de Isabel se mueve y danza de alegría.
Isabel, una mujer anciana que ve inopinada y milagrosamente realizado su sueño
de maternidad, felicita a su joven prima María porque también ella ha sido
visitada por Dios. ¿Por qué esas mujeres viven en ese estado de euforia y
exaltación? Porque llevan en sus entrañas la prueba y la certeza de que algo
extraordinario está por pasar en su mundo. Porque creen que el mundo ya no será
el mismo. Porque creen que Dios quiere hacerse presente; que Dios está aquí. Y
las dos mujeres cantan, danzan y lloran de alegría en el patio soleado de la
vieja casa de Isabel.
¿Quiénes son esas dos mujeres locas de alegría? Son dos campesinas
sencillas, pobres, ignoradas, sin educación; dos mujeres que no se destacan en
nada de las otras mujeres. Dos mujeres normales que no necesitan vivir en la
riqueza y el lujo para ser felices. Sólo son felices porque, en su fe, tienen
la certeza de que Dios está presente en sus vidas de una manera única y
definitiva. Se regocijan ¡porque han descubierto el verdadero sentido de
Navidad, del Dios con nosotros!
¡Esta sí que es una buena noticia! María e Isabel nos dicen: “Mira: tú
puedes ser feliz incluso si eres pobre y desafortunado; tú puedes realizar tu
vida incluso si no tienes nada; si vives en un país árido y sin poesía; tú
puedes ser más rico que un rey, si crees que Dios viene a llenar tu corazón”.
Si yo les dijera: “ustedes son afortunados porque tienen una profesión
valiosa; un trabajo que los realiza y les produce dinero, una casa de ensueño,
una mujer maravillosa, hijos educados, inteligentes y sensibles; un salón con
un árbol gigantesco lleno de luces y regalos; un ambiente de fiesta…”, ¿qué
tendría eso de extraordinario? ¿Sería una buena noticia? ¿Una buena noticia que
Dios de bienes y felicidad a los que ya se sienten satisfechos y felices? ¡No!
¡La “buena noticia” de Navidad es el anuncio de lo contrario!
Navidad anuncia que la verdadera felicidad sobre todo está accesible a los
pobres, porque están más disponibles, libres y acogedores. Navidad anuncia que
la felicidad no está en los bienes materiales que se puede acumular, sino en el
corazón abierto y simple de los que quieren apropiarse de lo que Dios da de sí
mismo, para que nuestras vidas puedan transfigurarse por los efectos de su
presencia.
Bruno Mori - Traducción española de Ernesto Baquer
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