mardi 14 septembre 2021

Mujeres, ya en el cielo de Dios.

 

    ¿Cómo hablar de la Asunción de María cuando ninguna página de la Escritura nos dice en qué consiste la vida después de la muerte, ni la de María, ni la de Jesús “resucitado” de la Muerte?

 

    Sólo comprenderemos este misterio, no escrutando el cielo, sino mirando a María en su caminar

humano y siguiéndola humildemente en su marcha. Si María está en la gloria, es porque creyó en la Palabra de Dios y porque cada día de su vida, respondió a esa Palabra. Desde su niñez, María estaba acostumbrada a decir si a Dios. Mejor que nadie, ¡jamás le negó nada a Dios! Es lo que los cristianos queremos decir cuando siguiendo el pensamiento mítico de la Iglesia Católica, decimos que María es sin pecado, que es inmaculada, que esa toda pura y  siempre virgen.

    A través del mito de su Asunción al cielo, la tradición espiritual cristiana nos quiere recordar que la consumación de nuestra vida no depende de nosotros. Sólo Dios puede satisfacer el infinito amor al que aspiramos. Sólo podemos acoger el don gratuito que Dios nos hace de sí mismo a través del amor que ha derramado en nuestros corazones. Pero acoger, vivir y responder al amor, es precisamente, como María, decir Si al misterio de Dios que nos interpela.

    Hoy, unidos a la humilde mujer de Galilea, son todas las mujeres del mundo las que  dirigen a Dios su “magníficat”  y su acción de gracias, por su belleza y su grandeza interior, por su dignidad, su abnegación, el don de sí mismas, por toda la compasión, la ternura y el amor de que son capaces y que llenan su corazón.

    La fiesta de hoy es también la asunción al cielo y la exaltación de todas las mujeres tiranizadas y explotadas. Hoy rendimos homenaje a las mujeres-esclavas (por todo el mundo,  sobre todo en África, y en el Medio y Extremo Oriente); mujeres que no pueden jamás salir de su prisión, de su casa, de su estado de dependencia; que no serán jamás personas libres, autónomas e independientes, que nunca será dueñas de sus decisiones y su vida. Esas mujeres que jamás serán personas, sino objetos de placer, de trabajo, de reproducción. Mártires arrebatadas, vendidas como animales o mercancía, que son víctimas de la violencia de los hombres, del fanatismo religioso, de los prejuicios culturales, de costumbres bárbaras. Mujeres que todavía hoy, en nuestras sociedades modernas evolucionadas, democráticas y de derechos, son víctimas de injusticias, discriminaciones, acoso, exclusión.

    Sí, la fiesta de hoy quiere recordarnos la grandeza y los sufrimientos de las mujeres en este mundo todavía y siempre gestionado y dominado por el poder y la falsa, pero persistente convicción de la superioridad masculina. Esta fiesta quiere enseñar a nuestras sociedades patriarcales que, si hay una criatura que, con la totalidad de su ser y toda la consistencia humana de su persona, merece estar con Dios y ser considerada como la criatura más cercana y más semejante a Dios, es ciertamente la mujer…

    En efecto, es ella quien mejor encarna el misterio de la presencia del amor de Dios en nuestro mundo. Un amor que se declina y se manifiesta a través del maravilloso abanico de sus variaciones, del que, sobre todo las mujeres poseen su capacidad y secreto: un amor que se hace  don, cuidado, atención, abnegación, dedicación, sonrisas y lágrimas, abrazos, caricias y vida.

    La fiesta de hoy, al presentarnos la historia de una mujer que vive ya en el cielo con toda la plenitud de lo que es en su alma y en su cuerpo, busca hacer comprender a todos los grandes y los potentes de este mundo, a  todos estos machos  que tienen en sus manos la suerte de la humanidad, que podrán impedir que la sociedad humana y el Planeta se conviertan en un infierno, sólo si son capaces de hacer reinar en él los principios y los valores que son el corazón del alma femenina.

Bruno Mori   

15 agosto 2021  - En la  fiesta católica de l’Asunción de Maria, la madre de Jésus, en el cielo de Dios.  

 

Traducción de  Ernesto Baquer

 

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