jeudi 7 avril 2016

JUEVES SANTO. ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE SU SIMBOLOGÍA


En el Jueves Santo la comunidad cristiana está invitada a meditar sobre dos gestos que la tradición atribuye a Jesús de Nazaret, realizados durante la última comida pascual con sus discípulos unos días antes de su muerte: el gesto del pan repartido y el lavado de los pies. La reflexión cristiana ha visto siempre en estas dos acciones simbólicas de Jesús tanto su testamento espiritual, como la expresión más completa e impresionante de los valores y principios que animaron y caracterizaron la vida del Maestro y que quiso dejar en herencia a la comunidad de sus discípulos.

Hijo de su tiempo y embebido de la cultura oriental que utilizaba imágenes, figuras, parábolas, metáforas y acciones simbólicas tomadas de la vida ordinaria para inculcar principios y actitudes de vida, no nos sorprende ver a Jesús recurrir a estos métodos para mejor comunicar su pensamiento y su mensaje a las gentes sencillas de su tiempo y a sus discípulos más íntimos en el momento culminante de su vida.

Consideremos primero el simbolismo del pan entregado. Jesús toma el pan sobre la mesa, lo rompe y se lo da, diciendo: "Este pan es mi cuerpo". Si traducimos esta expresión semítica en lenguaje moderno, es como si Jesús dijera: "este pan representa mi persona, lo que yo soy para ustedes y para Dios. Es figura, símbolo de mi vida. El pan no está puesto sobre la mesa para ser mirado, sentido o tocado. Ha sido preparado, está allí, sólo para ser entregado, servido, repartido, compartido, consumido, comido. Está sobre la mesa únicamente para los demás, para la felicidad y la alegría de los demás; para alimentar, reconfortar y sostener a los demás, sobre todo si tienen hambre, si son pobres, débiles y necesitados, y quizá no tienen más que este pedazo de pan para subsistir".

"Mi vida, mis energías, todo lo que soy en mi profundidad humana hecha de cuerpo y sangre- nos dice Jesús con este gesto- ha sido como pan que he buscado entregar a otros, compartir con otros, a fin de sostenerlos y alimentarlos en confianza, esperanza, fraternidad, pasión, compasión, alegría y amor. He vivido sólo para eso, sólo he hecho eso en mi vida y durante mi vida. En contacto con mi Dios, he comprendido que era eso lo que debía hacer para ser un verdadero relevo de su amor en este mundo. Como Dios penetra el Universo y se ha entregado al mundo, a la humanidad y a mí, yo también, bajo el impulso de su espíritu, continuando su movimiento, me he dado a los otros sin descanso, sin pesar, sin cálculo, sin límite. En contacto con Dios mi Padre, he comprendido que sólo perdiendo su vida es como uno la encuentra; que sólo entregando su existencia, se la posee; que sólo muriendo a sí mismo, se vive plenamente, se realiza en cuanto humano, se completa totalmente a los ojos de los hombres y a los ojos de Dios. No se vive para sí mismo, sólo se vive para ser comido por los demás, para hacer vivir a los demás. Exactamente como el pan".

Y Jesús concluye: "Hagan esto en memoria mía". Lo que significa: Ustedes que son mis discípulos, deben hacer como yo, ser pan como yo lo he sido. Deben ser pan, pensando en mí, acordándose de lo que yo he sido para ustedes. Acordándose, en los momentos difíciles, que si yo he sido capaz de dar mi vida por los demás y ser literalmente comido como verdadero pan para la salvación y felicidad de todos, también ustedes pueden llegar a ser ese tipo de pan".

"Yo soy pan para ustedes por partida doble. No sólo mi vida es como pan entregado que deben imitar convirtiéndose también ustedes en pan para los demás; soy también para ustedes el verdadero pan que deben comer. Porque deben alimentarse de mí, tener hambre y sed de mí, de mi enseñanza, de mis palabras, mis valores, mi espíritu. Para ustedes, mis discípulos, soy la comida que debe alimentar toda vuestra existencia. Si ustedes me comen, vivirán también de mí y como yo, gracias a mi. Y mi Dios vivirá también en ustedes y se reconocerá en ustedes, como se reconoció en mi, porque su espíritu vive en mí. Por eso siempre me he sentido en mi casa, en su casa, y vivo en su intimidad como un hijo en brazos de su Madre. Hagan pues esto, ustedes también, en memoria mía".

Consideremos ahora la acción simbólica del lavado de pies que encontramos en el evangelio de Juan. Los sucesos descritos en este relato se desarrollan también en la última comida pascual de Jesús con sus amigos. Si Juan no dice una palabra sobre el gesto de Jesús con el pan-cuerpo-entregado que es relatado unánimemente por los otros tres evangelistas, es porque quizá consideró redundante y superfluo repetir por cuarta vez el mismo suceso, cuando existía otra similar, que contenía exactamente el mismo mensaje, pero que utilizaba además un simbolismo diferente que poseía una carga expresiva y emotiva particularmente impactante.

Si Jesús decide lavar los pies a sus discípulos, es porque, evidentemente, a través del simbolismo del gesto, quiere transmitirles la necesidad de encarnar en su vida la actitud de servicio por la cual cada uno se hace capaz de vivir en función de los demás y de dar así su vida por el bienestar y la salvación del prójimo. Aquí el término de comparación sigue siendo Jesús. Jesús que está allí, en el suelo, lavando los pies a sus amigos, se convierte en el prototipo del actuar del cristiano. Aquí transmite el mismo mensaje que en el gesto del pan entregado: Jesús que da su vida, para ponerla al servicio de los demás. Aquí también, es Jesús quien traza a sus discípulos un nuevo modo de vida, nuevas prioridades, un nuevo estilo de relaciones. "Yo les he dado el ejemplo, les dirá, yo, a quien llaman justamente Maestro y Señor, para que como yo he hecho, hagan ustedes también. ¡Hagan esto en memoria mía!"

Aquí, el maestro y el señor se hace esclavo y servidor que está a los pies de sus discípulos en una actitud de total disponibilidad. Aquí el primero se hace el último. El grande se hace pequeño. El que manda se hace el que sirve. Es un comportamiento loco a los ojos del mundo, insensato, fuera de las normas y revolucionario. Un comportamiento que no es evidentemente humano, sino exclusivo y típicamente divino. Jesús, con este gesto de abajamiento y servicio la víspera de su muerte, quiere legarnos su secreto más querido y su herencia más preciosa, para que quede bien claro a todos los que lo sigan que las únicas relaciones que reflejan su espíritu y el actuar de Dios, que son verdaderamente humanas y al mismo tiempo divinas, que tienen el poder de hacer vivir, de salvar al mundo del sufrimiento y de la catástrofe, las únicas, son las relaciones que se entablan sobre la base de un servicio impregnado de amor y rechazan toda posición de poder y de superioridad sobre los demás.

Esta postura de Jesús constituye la negación y el rechazo  de toda relación instaurada sobre los parámetros y la lógica del poder de los unos sobre los otros; así como la condena de todo comportamiento o actitud opuestas al camino de la responsabilidad, el cuidado, el respeto, la consideración, la atención benévola y amorosa, tanto hacia el mundo de la naturaleza como hacia el mundo de los hombres.

Aquí Jesús descalifica el poder como el mal y el pecado absoluto, porque está en el origen de todas las desigualdades, discriminaciones, injusticias, actitudes dominadoras, opresivas y devastadoras que son la causa de los destrozos infligidos al planeta y de la miseria y el sufrimiento de la mayoría de los humanos sobre la tierra. Para Jesús todo sistema construido sobre el poder es esencialmente "diabólico", porque está en la naturaleza del poder "dividir", crear diferencias, desigualdades, exclusiones, jerarquías, clases, rangos, categorías (en greco el verbo «diaballo» significa «dividir»). El poder aleja siempre, no acerca jamás. Nunca crea unidad, comunión, sólo contraste, hostilidad, agresividad, lucha, revuelta y odio. El poder afirma que los hombres no somos todos iguales, que no son todos hijos de Dios. Establece que hay individuos superiores a los demás, mejores, más importantes, que valen más, que tienen más derechos, que merecen más honores, consideraciones, estima, que los demás. El sistema de poder considera normal que haya individuos que tengan derecho a poseer más que los demás, a enriquecerse, a consumir más que los demás, incluso en un mundo donde la mayoría de sus habitantes viven en la miseria y mueren de hambre. El sistema de poder encuentra aceptable que una categoría de gentes sea más fuerte, más influyente, más importante y pueda explotar a gente más débil, humillarlos, oprimirlos, considerarlos de raza inferior, casta execrable, individuos de segunda o tercera clase, porque son pobres, minusválidos, enfermos, incultos, ineficaces, porque nacieron de sexo femenino, con tendencias homosexuales, porque son divorciados vueltos a casar, refugiados, inmigrantes, sin domicilio…

De todo esto resulta que para el Maestro de Nazaret el poder no sólo es diabólico, sino también "infernal”, porque dividiendo, oponiendo y explotando, transforma al mundo y a las relaciones humanas en un infierno.

A la lógica del poder y la superioridad, Jesús opone aquí la lógica del servicio, la igualdad, la fraternidad, la empatía, la compasión y el compartir. En otras palabras, instaura la norma del amor y la responsabilidad como norma de vida y de conducta. Será por su capacidad de amor fraternal, gratuito y desinteresado, que en adelante se reconocerán tanto los discípulos de Jesús, como un verdadero humano. Será por su capacidad de darse y su disponibilidad amorosa hacia los otros como se verá si alguien ha elegido construir su existencia sobre las fuerzas de comunión o de división; sobre las dinámicas del amor o las del egoísmo; sobre los valores del respeto y del acercamiento o sobre las de la desconfianza, los prejuicios y la confrontación; sobre los principios que hacen evolucionar hacia una forma más completa de humanidad o hacia una deshumanización cada vez más creciente que conducirá inexorablemente a nuestra tierra hacia su destrucción y a nuestra raza hacia su definitiva desaparición.

En este Jueves Santo se nos invita a los cristianos a proseguir en la ruta sobre la que Jesús marchó y a asimilar en nuestra vida las actitudes interiores que hicieron de él el pan entregado, el hombre dado y comido por todos. "Yo les he dado ejemplo, nos dice esta noche, para que ustedes amen como yo he amado". Creo que la realización de este modelo de amor y de servicio constituye para los humanos de hoy la única posibilidad que tenemos de salvarnos a nosotros y al mundo que habitamos.

Bruno Mori

traducción: Ernesto Baquer)  

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