En el Jueves Santo la comunidad cristiana está
invitada a meditar sobre dos gestos que la tradición atribuye a Jesús de
Nazaret, realizados durante la última comida pascual con sus discípulos unos
días antes de su muerte: el gesto del pan repartido y el lavado de los pies. La
reflexión cristiana ha visto siempre en estas dos acciones simbólicas de Jesús
tanto su testamento espiritual, como la expresión más completa e impresionante
de los valores y principios que animaron y caracterizaron la vida del Maestro y
que quiso dejar en herencia a la comunidad de sus discípulos.
Hijo de su tiempo y embebido de la cultura
oriental que utilizaba imágenes, figuras, parábolas, metáforas y acciones
simbólicas tomadas de la vida ordinaria para inculcar principios y actitudes de
vida, no nos sorprende ver a Jesús recurrir a estos métodos para mejor
comunicar su pensamiento y su mensaje a las gentes sencillas de su tiempo y a
sus discípulos más íntimos en el momento culminante de su vida.
Consideremos primero el simbolismo del pan
entregado. Jesús toma el pan sobre la mesa, lo rompe y se lo da, diciendo:
"Este pan es mi cuerpo". Si traducimos esta expresión semítica en
lenguaje moderno, es como si Jesús dijera: "este pan representa mi
persona, lo que yo soy para ustedes y para Dios. Es figura, símbolo de mi vida.
El pan no está puesto sobre la mesa para ser mirado, sentido o tocado. Ha sido
preparado, está allí, sólo para ser entregado, servido, repartido, compartido,
consumido, comido. Está sobre la mesa únicamente para los demás, para la
felicidad y la alegría de los demás; para alimentar, reconfortar y sostener a
los demás, sobre todo si tienen hambre, si son pobres, débiles y necesitados, y
quizá no tienen más que este pedazo de pan para subsistir".
"Mi vida, mis energías, todo lo que soy en mi
profundidad humana hecha de cuerpo y sangre- nos dice Jesús con este gesto- ha
sido como pan que he buscado entregar a otros, compartir con otros, a fin de
sostenerlos y alimentarlos en confianza, esperanza, fraternidad, pasión,
compasión, alegría y amor. He vivido sólo para eso, sólo he hecho eso en mi
vida y durante mi vida. En contacto con mi Dios, he comprendido que era eso lo
que debía hacer para ser un verdadero relevo de su amor en este mundo. Como
Dios penetra el Universo y se ha entregado al mundo, a la humanidad y a mí, yo
también, bajo el impulso de su espíritu, continuando su movimiento, me he dado
a los otros sin descanso, sin pesar, sin cálculo, sin límite. En contacto con
Dios mi Padre, he comprendido que sólo perdiendo su vida es como uno la
encuentra; que sólo entregando su existencia, se la posee; que sólo muriendo a
sí mismo, se vive plenamente, se realiza en cuanto humano, se completa
totalmente a los ojos de los hombres y a los ojos de Dios. No se vive para sí
mismo, sólo se vive para ser comido por los demás, para hacer vivir a los
demás. Exactamente como el pan".
Y Jesús concluye: "Hagan esto en memoria
mía". Lo que significa: Ustedes que son mis discípulos, deben hacer como
yo, ser pan como yo lo he sido. Deben ser pan, pensando en mí, acordándose de
lo que yo he sido para ustedes. Acordándose, en los momentos difíciles, que si
yo he sido capaz de dar mi vida por los demás y ser literalmente comido como
verdadero pan para la salvación y felicidad de todos, también ustedes pueden
llegar a ser ese tipo de pan".
"Yo soy pan para ustedes por partida doble.
No sólo mi vida es como pan entregado que deben imitar convirtiéndose también
ustedes en pan para los demás; soy también para ustedes el verdadero pan que
deben comer. Porque deben alimentarse de mí, tener hambre y sed de mí, de mi
enseñanza, de mis palabras, mis valores, mi espíritu. Para ustedes, mis
discípulos, soy la comida que debe alimentar toda vuestra existencia. Si
ustedes me comen, vivirán también de mí y como yo, gracias a mi. Y mi Dios
vivirá también en ustedes y se reconocerá en ustedes, como se reconoció en mi,
porque su espíritu vive en mí. Por eso siempre me he sentido en mi casa, en su
casa, y vivo en su intimidad como un hijo en brazos de su Madre. Hagan pues esto,
ustedes también, en memoria mía".
Consideremos ahora la acción simbólica del lavado
de pies que encontramos en el evangelio de Juan. Los sucesos descritos en este
relato se desarrollan también en la última comida pascual de Jesús con sus
amigos. Si Juan no dice una palabra sobre el gesto de Jesús con el
pan-cuerpo-entregado que es relatado unánimemente por los otros tres
evangelistas, es porque quizá consideró redundante y superfluo repetir por
cuarta vez el mismo suceso, cuando existía otra similar, que contenía
exactamente el mismo mensaje, pero que utilizaba además un simbolismo diferente
que poseía una carga expresiva y emotiva particularmente impactante.
Si Jesús decide lavar los pies a sus discípulos,
es porque, evidentemente, a través del simbolismo del gesto, quiere
transmitirles la necesidad de encarnar en su vida la actitud de servicio por la
cual cada uno se hace capaz de vivir en función de los demás y de dar así su
vida por el bienestar y la salvación del prójimo. Aquí el término de
comparación sigue siendo Jesús. Jesús que está allí, en el suelo, lavando los
pies a sus amigos, se convierte en el prototipo del actuar del cristiano. Aquí
transmite el mismo mensaje que en el gesto del pan entregado: Jesús que da su
vida, para ponerla al servicio de los demás. Aquí también, es Jesús quien traza
a sus discípulos un nuevo modo de vida, nuevas prioridades, un nuevo estilo de
relaciones. "Yo les he dado el ejemplo, les dirá, yo, a quien llaman
justamente Maestro y Señor, para que como yo he hecho, hagan ustedes también. ¡Hagan
esto en memoria mía!"
Aquí, el maestro y el señor se hace esclavo y
servidor que está a los pies de sus discípulos en una actitud de total
disponibilidad. Aquí el primero se hace el último. El grande se hace pequeño.
El que manda se hace el que sirve. Es un comportamiento loco a los ojos del
mundo, insensato, fuera de las normas y revolucionario. Un comportamiento que
no es evidentemente humano, sino exclusivo y típicamente divino. Jesús, con
este gesto de abajamiento y servicio la víspera de su muerte, quiere legarnos
su secreto más querido y su herencia más preciosa, para que quede bien claro a
todos los que lo sigan que las únicas relaciones que reflejan su espíritu y el
actuar de Dios, que son verdaderamente humanas y al mismo tiempo divinas, que
tienen el poder de hacer vivir, de salvar al mundo del sufrimiento y de la
catástrofe, las únicas, son las relaciones que se entablan sobre la base de un
servicio impregnado de amor y rechazan toda posición de poder y de superioridad
sobre los demás.
Esta postura de Jesús constituye la negación y el
rechazo de toda relación instaurada
sobre los parámetros y la lógica del poder de los unos sobre los otros; así
como la condena de todo comportamiento o actitud opuestas al camino de la
responsabilidad, el cuidado, el respeto, la consideración, la atención benévola
y amorosa, tanto hacia el mundo de la naturaleza como hacia el mundo de los
hombres.
Aquí Jesús descalifica el poder como el mal y el
pecado absoluto, porque está en el origen de todas las desigualdades,
discriminaciones, injusticias, actitudes dominadoras, opresivas y devastadoras
que son la causa de los destrozos infligidos al planeta y de la miseria y el
sufrimiento de la mayoría de los humanos sobre la tierra. Para Jesús todo
sistema construido sobre el poder es esencialmente "diabólico", porque
está en la naturaleza del poder "dividir", crear diferencias,
desigualdades, exclusiones, jerarquías, clases, rangos, categorías (en greco el
verbo «diaballo» significa «dividir»). El poder aleja siempre, no acerca jamás.
Nunca crea unidad, comunión, sólo contraste, hostilidad, agresividad, lucha,
revuelta y odio. El poder afirma que los hombres no somos todos iguales, que no
son todos hijos de Dios. Establece que hay individuos superiores a los demás,
mejores, más importantes, que valen más, que tienen más derechos, que merecen
más honores, consideraciones, estima, que los demás. El sistema de poder
considera normal que haya individuos que tengan derecho a poseer más que los
demás, a enriquecerse, a consumir más que los demás, incluso en un mundo donde
la mayoría de sus habitantes viven en la miseria y mueren de hambre. El sistema
de poder encuentra aceptable que una categoría de gentes sea más fuerte, más
influyente, más importante y pueda explotar a gente más débil, humillarlos,
oprimirlos, considerarlos de raza inferior, casta execrable, individuos de
segunda o tercera clase, porque son pobres, minusválidos, enfermos, incultos,
ineficaces, porque nacieron de sexo femenino, con tendencias homosexuales,
porque son divorciados vueltos a casar, refugiados, inmigrantes, sin domicilio…
De todo esto resulta que para el Maestro de
Nazaret el poder no sólo es diabólico, sino también "infernal”, porque
dividiendo, oponiendo y explotando, transforma al mundo y a las relaciones
humanas en un infierno.
A la lógica del poder y la superioridad, Jesús opone
aquí la lógica del servicio, la igualdad, la fraternidad, la empatía, la
compasión y el compartir. En otras palabras, instaura la norma del amor y la
responsabilidad como norma de vida y de conducta. Será por su capacidad de amor
fraternal, gratuito y desinteresado, que en adelante se reconocerán tanto los
discípulos de Jesús, como un verdadero humano. Será por su capacidad de darse y
su disponibilidad amorosa hacia los otros como se verá si alguien ha elegido
construir su existencia sobre las fuerzas de comunión o de división; sobre las
dinámicas del amor o las del egoísmo; sobre los valores del respeto y del
acercamiento o sobre las de la desconfianza, los prejuicios y la confrontación;
sobre los principios que hacen evolucionar hacia una forma más completa de
humanidad o hacia una deshumanización cada vez más creciente que conducirá
inexorablemente a nuestra tierra hacia su destrucción y a nuestra raza hacia su
definitiva desaparición.
En este Jueves Santo se nos invita a los
cristianos a proseguir en la ruta sobre la que Jesús marchó y a asimilar en
nuestra vida las actitudes interiores que hicieron de él el pan entregado, el
hombre dado y comido por todos. "Yo les he dado ejemplo, nos dice esta
noche, para que ustedes amen como yo he amado". Creo que la realización de
este modelo de amor y de servicio constituye para los humanos de hoy la única
posibilidad que tenemos de salvarnos a nosotros y al mundo que habitamos.
Bruno Mori
traducción: Ernesto
Baquer)
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