4° Dom de Pascua - El buen Pastor
Encontramos este relato evangélico sobre el buen pastor en el evangelio de
Juan y para mí, un himno al respeto, al cuidado, a la atención que cada uno
debería nutrir y desarrollar hacia las personas y el mundo que lo circunda. La
figura del buen pastor que el evangelista aplica a la persona de Jesús, es sin
duda la mejor imagen que podría encontrar para presentar a los cristianos de su
tiempo la mirada llena de solicitud y amor que Jesús de Nazaret dirigió siempre
hacia las personas y las cosas. Es una imagen que expresa una caricia
particularmente intensa y conmovedora de amor y de ternura. Ese amor-ternura
que cada uno deberíamos experimentar por todas las criaturas.
De hecho, el pastor es consciente que su vida depende de la vida de sus
ovejas. Sabe que sin ellas él no tendría existencia y sin él ninguna de sus
ovejas sobreviviría. Las ovejas hacen vivir al pastor y el pastor hace vivir a
las ovejas. En esta imagen, ovejas y
pastor, dependen uno de otro, estrechamente. Se benefician uno de otro. Se
necesitan el uno al otro, para poder seguir viviendo. Y el pastor que, a
diferencia con las ovejas, es un ser inteligente, sabe además que, si quiere
continuar sacando provecho de los productos del rebaño (leche, lana, carne,
comercio), ha de preocuparse del bienestar y la salud de sus ovejas. Por ello
el pastor del evangelio quiere que sus ovejas, no sólo conserven su vida, sino
que vivan en la abundancia ("He venido para que mis ovejas tengan vida y
la tengan en abundancia").
Pero el pastor del evangelio, además de ser una persona inteligente, es
también sensible. Si es capaz de hacer funcionar su cerebro, también sabe dar
importancia a los impulsos de su corazón. Siente que sus ovejas no son solo
leche, lana, carne, costillas y mercadería para vender, sino criaturas de Dios,
obras maestras de la evolución cósmica, seres vivientes, individuos con una
personalidad, un carácter, un alma, una dignidad, una finalidad, un destino, un
valor espiritual y que son por ello criaturas maravillosas a tratar con
respeto, delicadeza y amor.
Respeto, delicadeza y amor son los elementos constitutivos de la ternura. Para mí, ese capítulo sobre el
buen pastor es uno de los textos más bellos jamás escritos sobre el amor que se
hace ternura hacia todas las criaturas. En este texto el amor-ternura es el
espejo en el que cada uno de nosotros está invitado a contemplarse y
reconocerse, no sólo como seguidor de Jesús, sino como ser humano llamado a
encarnar la presencia de la fuerza espiritual y divina del Amor Original que
regula y sostiene el Universo.
Pienso que la figura del buen pastor estuvo inventada por Juan, para
hacernos entender que, en el fondo, todo lo que existe tiene un alma, que todo
vive, que nada es sólo objeto banal y materia bruta que podamos usar y
descartar a nuestro capricho. Sino que todo es sujeto digno de respeto,
admiración, ternura y amor. Toda oveja, es decir todo ser que forma parte de
este "conjunto", de este "Todo", de este "rebaño"
o "agregado" generado por el Universo, tiene un nombre que le es propio, que lo identifica a todo y a todos, que
hace de él un ser único, una individualidad que posee nombre propio con el cual
es llamado, conocido, querido, apreciado desde siempre, y con el cual será
amado ahora y por siempre. ("Conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen
a mí... reconocen mi voz... yo las llamo por su nombre y ellas me seguirán...
nadie las arrebatará de").
Este texto del buen pastor nos enseña, por consiguiente, que la ternura es
la quintaesencia, la flor del amor, su expresión más perfecta y sublime. De
hecho, el texto dice que este pastor está presto a todo para el bien de sus
ovejas, incluso a sacrificar su vida. Pero dar la propia vida por alguien, ¿no
es quizás la expresión más alta y admirable del amor? A través de la imagen del
pastor el evangelista quiere enseñarnos que no basta amar, sino que, como hizo
Jesús, debemos hacer todo lo posible para que nuestro amor adquiera la
connotación, la coloración y la característica de la ternura. El verdadero amor
es el que se transforma en ternura. Y el amor se transforma en ternura,
cuando
soy capaz de sacrificarme para proteger, custodiar, salvar, intentar hacer
felices a los que quiero;
cuando
amo al otro más que a mí mismo;
cuando
busco la felicidad del otro más que la mía;
cuando
consigo amar al otro por lo que es, y no por lo que me da;
cuando
me siento feliz en su presencia; interesado en su historia; sensible a sus
deseos; vulnerable a sus lágrimas;
cuando
estoy atento a sus expectativas; disponible a la realización de sus proyectos,
su bienestar y su felicidad...
Y eso
sin cálculos, sin medias tintas, sin arrepentimiento, sin marcha atrás,
siempre, hasta el fondo, cueste lo que cueste...
Finalmente, gracias al amor-ternura, encuentro en la felicidad del otro el
reflejo y la prueba de mi misma felicidad y el signo tangible de la presencia
del amor de Dios que transforma y hace progresar el Universo hacia una forma de
perfección siempre más alta y más completa.
Bruno
Mori
(Traducción
de Ernesto Baquer)
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