lundi 15 mai 2017

UN AMOR QUE SE HACE TERNURA - Jn 10,1-10

4° Dom de Pascua -  El buen Pastor

Encontramos este relato evangélico sobre el buen pastor en el evangelio de Juan y para mí, un himno al respeto, al cuidado, a la atención que cada uno debería nutrir y desarrollar hacia las personas y el mundo que lo circunda. La figura del buen pastor que el evangelista aplica a la persona de Jesús, es sin duda la mejor imagen que podría encontrar para presentar a los cristianos de su tiempo la mirada llena de solicitud y amor que Jesús de Nazaret dirigió siempre hacia las personas y las cosas. Es una imagen que expresa una caricia particularmente intensa y conmovedora de amor y de ternura. Ese amor-ternura que cada uno deberíamos experimentar por todas las criaturas.
De hecho, el pastor es consciente que su vida depende de la vida de sus ovejas. Sabe que sin ellas él no tendría existencia y sin él ninguna de sus ovejas sobreviviría. Las ovejas hacen vivir al pastor y el pastor hace vivir a las ovejas.  En esta imagen, ovejas y pastor, dependen uno de otro, estrechamente. Se benefician uno de otro. Se necesitan el uno al otro, para poder seguir viviendo. Y el pastor que, a diferencia con las ovejas, es un ser inteligente, sabe además que, si quiere continuar sacando provecho de los productos del rebaño (leche, lana, carne, comercio), ha de preocuparse del bienestar y la salud de sus ovejas. Por ello el pastor del evangelio quiere que sus ovejas, no sólo conserven su vida, sino que vivan en la abundancia ("He venido para que mis ovejas tengan vida y la tengan en abundancia").
Pero el pastor del evangelio, además de ser una persona inteligente, es también sensible. Si es capaz de hacer funcionar su cerebro, también sabe dar importancia a los impulsos de su corazón. Siente que sus ovejas no son solo leche, lana, carne, costillas y mercadería para vender, sino criaturas de Dios, obras maestras de la evolución cósmica, seres vivientes, individuos con una personalidad, un carácter, un alma, una dignidad, una finalidad, un destino, un valor espiritual y que son por ello criaturas maravillosas a tratar con respeto, delicadeza y amor.
Respeto, delicadeza y amor son los elementos constitutivos de la ternura. Para mí, ese capítulo sobre el buen pastor es uno de los textos más bellos jamás escritos sobre el amor que se hace ternura hacia todas las criaturas. En este texto el amor-ternura es el espejo en el que cada uno de nosotros está invitado a contemplarse y reconocerse, no sólo como seguidor de Jesús, sino como ser humano llamado a encarnar la presencia de la fuerza espiritual y divina del Amor Original que regula y sostiene el Universo.
Pienso que la figura del buen pastor estuvo inventada por Juan, para hacernos entender que, en el fondo, todo lo que existe tiene un alma, que todo vive, que nada es sólo objeto banal y materia bruta que podamos usar y descartar a nuestro capricho. Sino que todo es sujeto digno de respeto, admiración, ternura y amor. Toda oveja, es decir todo ser que forma parte de este "conjunto", de este "Todo", de este "rebaño" o "agregado" generado por el Universo, tiene un nombre que le es propio, que lo identifica a todo y a todos, que hace de él un ser único, una individualidad que posee nombre propio con el cual es llamado, conocido, querido, apreciado desde siempre, y con el cual será amado ahora y por siempre. ("Conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí... reconocen mi voz... yo las llamo por su nombre y ellas me seguirán... nadie las arrebatará de").
Este texto del buen pastor nos enseña, por consiguiente, que la ternura es la quintaesencia, la flor del amor, su expresión más perfecta y sublime. De hecho, el texto dice que este pastor está presto a todo para el bien de sus ovejas, incluso a sacrificar su vida. Pero dar la propia vida por alguien, ¿no es quizás la expresión más alta y admirable del amor? A través de la imagen del pastor el evangelista quiere enseñarnos que no basta amar, sino que, como hizo Jesús, debemos hacer todo lo posible para que nuestro amor adquiera la connotación, la coloración y la característica de la ternura. El verdadero amor es el que se transforma en ternura. Y el amor se transforma en ternura,
cuando soy capaz de sacrificarme para proteger, custodiar, salvar, intentar hacer felices a los que quiero;
cuando amo al otro más que a mí mismo;
cuando busco la felicidad del otro más que la mía;
cuando consigo amar al otro por lo que es, y no por lo que me da;
cuando me siento feliz en su presencia; interesado en su historia; sensible a sus deseos; vulnerable a sus lágrimas;
cuando estoy atento a sus expectativas; disponible a la realización de sus proyectos, su bienestar y su felicidad...
Y eso sin cálculos, sin medias tintas, sin arrepentimiento, sin marcha atrás, siempre, hasta el fondo, cueste lo que cueste...
Finalmente, gracias al amor-ternura, encuentro en la felicidad del otro el reflejo y la prueba de mi misma felicidad y el signo tangible de la presencia del amor de Dios que transforma y hace progresar el Universo hacia una forma de perfección siempre más alta y más completa.


Bruno Mori

(Traducción de Ernesto Baquer)


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