mardi 19 septembre 2017

NO SE PUEDE AMAR SIN SUFRIR - Mt 16,21-27


(22° del tiempo ordinario, A)

         Recordamos el evangelio del domingo pasado cuando Pedro, dejándose guiar por el Espíritu, reconoce a Jesús como Hijo de Dios. Pero hay una segunda parte de ese evangelio, menos poética y bastante desconcertante, en el evangelio de hoy. Jesús, por primera vez, habla abiertamente a sus discípulos del fracaso de su misión, del sufrimiento y de la cruz. Pero interviene, toma aparte a Jesús: "Mejor no hables así, desalienta la moral y además Dios te preservará del sufrimiento, Rabbi". Pedro quiere enseñar a Dios como debe salvar el mundo. La reacción de Jesús es durísima: "Razonas como la gente del mundo, aún no eres mi discípulo, tu palabra es demoníaca".

         Sí, el propio Pedro se nos asemeja, y tanto. También nosotros reaccionamos como él ante la desgracia y el dolor. Tampoco nosotros queremos que nos hablen de sufrimiento, prueba, dolor, muerte. También nosotros nos angustiamos y espantamos ante la idea de ser abandonados, incomprendidos, de perder la salud, de sufrir, de morir. Todos nosotros querríamos escapar de nuestro destino y nuestra condición de seres frágiles, débiles y provisorios. También nosotros hacemos de todo para no pensar que un día el sufrimiento vendrá sin faltar con el deterioro de la vejez y la enfermedad, que llegará inevitable.

         Además, sin hablar del sufrimiento que experimentamos por el sólo hecho de amar y haber tejido lazos de afecto, intimidad y amistad con las personas. Porque no se puede amar sin sufrir; porque el sólo hecho de amar a una persona nos hace vulnerables. Porque cuando se ama, uno se preocupa, está ansioso, no tiene paz. Porque cuando se ama verdaderamente, uno está listo para sacrificarse, olvidarse, sufrir y hasta morir para proteger y salvar a la persona amada. Eso porque no se puede vivir sin sufrir; porque el sufrimiento forma parte de la vida.

         Jesús nos enseña que es el amor el que da sentido y valor a nuestra vida y que no hay amor sin don de sí, sin sacrificio, sin dedicación al otro, sin renuncia, abnegación, sacrificio. Debemos ser capaces de pensar menos en nosotros mismos, de perder un poco de nosotros, un poco de nuestra vida, de renunciar a satisfacer todos nuestros caprichos y deseos, pensar más en los otros, para vivir plenamente. Por eso Jesús dice: "Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo; porque el que quiera salvar la propia vida, la perderá; pero quien pierda la propia vida por mí, la encontrará".

         Jesús reprochará a Pedro el no haber entendido todavía esta gran verdad. No se puede evitar siempre el sufrimiento, porque quien quiere suprimir todo el sufrimiento como quieren hacer los budistas, arriesga suprimir también la potencia y la belleza del amor en la vida de una persona.

         Jesús nos dice, no sólo que la vida tiene un sentido, sino también que tiene una dirección. Nuestra barca es un viaje hacia la orilla de la eternidad, el puerto de Dios. Por tanto, atentos a apuntar en la buena dirección. atentos a no lastrar nuestra embarcación con una carga inútil que pudiera hundirla. Jesús nos dice que el amor, el don de nosotros a los demás, la preocupación por construir un mundo mejor, más sano, justo, fraterno, pacífico, son la única mercadería que debemos transportar, la única mercadería valiosa que será apreciada y pagada cuando pasemos a la otra orilla de la vida, cuando nos presentemos en la aduana de Dios. El amor por los hermanos es el único modo que tenemos de amar a Dios aquí en la tierra y de realizar la mejor parte de nosotros mismos que el evangelio llama nuestra "alma".

         Todo lo demás es relativo y secundario: "¿Qué sacará el hombre si gana el mundo entero, pero pierde su propia alma? ¿O qué cosa podrá dar el hombre a cambio de su propia alma?". No hay radicalismo ni exclusivismo más claro que esto. San Agustín decía: "¿De qué sirve vivir bien, si no se nos permite vivir siempre?"

Bruno Mori – 2017


(Traducción de Ernesto Baquer

Aucun commentaire:

Enregistrer un commentaire