(4º dom.
de Pascua, B – Jn.10, 11-18)
La imagen del Buen
Pastor aplicada a Jesús es, indudablemente, la más conocida y amada por los
cristianos.
En el Evangelio de
Juan, la conducta de Jesús, antes de representarla con la imagen del “buen
pastor”, la describe como la “puerta”. El pasaje de hoy sólo nos presenta la
segunda imagen, la del pastor, pero las dos hemos de considerarlas unidas.
La puerta no se mueve,
está inmóvil, siempre en el mismo lugar. Podemos usarla para entrar, para salir
y permanecer afuera. Cuando la necesitamos, la puerta nos acoge y nos protege.
Podemos cerrarla o dejarla abierta. Está siempre allí para nosotros. Está
siempre allí cuando la necesitamos.
Todos necesitamos
encontrar “personas-puerta”: personas que estén siempre allí para nosotros. Que
estén prontas para acogernos, escucharnos y amarnos, sin juzgarnos ni
condenarnos, sea lo que sea que hayamos hecho o estemos haciendo. Jesús es una
persona así. También nosotros, en cuanto discípulos, estamos llamados a ser o a
convertirnos en este tipo de individuos que vive con el corazón y los brazos,
siempre abiertos, siempre dispuestos a escuchar, ayudar, reconfortar, apoyar y
levantar a aquellos que querrían tirar la esponja ante las pruebas,
dificultades y sufrimientos de la existencia. Y eso para que continúen creyendo
en la presencia en su vida de un Misterio de amor que los sostiene y los
acompañará siempre.
El Evangelio nos invita a continuación a ser “pastores”,
es decir gente que “cuida” de los otros y de todas las criaturas que nos
rodean. Invitación que nos llega precisamente en este tiempo de Covid, cuando
nuestra salud depende de la capacidad de cada uno de nosotros, en prestar
atención, cuidar y preocuparse del bienestar y la salud de todos los demás.
Por tanto estamos llamados a ser para todos puertas y
pastores. Todos tenemos un rol de responsabilidad, solidaridad, guía,
hacernos cargo y cuidado recíprocos. Ya sea que juntos vivamos unidos,
preocupados y responsables los unos de los otros,. Ya sea que juntos,
perezcamos.
Ha llegado el
momento de que nos planteemos: ¿quién es el pastor de nuestra vida? ¿A quién le
confiamos ahora nuestra existencia? ¿Cuáles son los valores que la orientan?
¿Qué o cuales los modelos que la inspiran? ¿El éxito, el poder, la celebridad,
el dinero, el saqueo, el pillaje, el destrozo del planeta para producir más,
poseer más y para consumir con desmesura… y sin reparar en las consecuencias?
¿O más bien es la disponibilidad, el servicio, la abnegación, el altruismo, el
respeto, la gratuidad y la generosidad del darse, la atención afectuosa y
atenta con nuestros hermanos humanos y con el Planeta?
Según ustedes,
¿cuál de esas dos actitudes vuelve la vida de una persona, mejor y más
realizada a los ojos de los hombres y a los ojos de Dios? ¿Cuál será la más
apta para asegurar el bienestar y la felicidad personales, así como el futuro
de nuestra sociedad y nuestro mundo?
El evangelio del
Buen Pastor de este domingo, en el que Jesús dice dos veces: “Yo doy mi vida
por mis ovejas”, quiere por tanto confiarnos a cada uno de nosotros un
mensaje muy simple pero de capital importancia para la cualidad de nuestra
existencia cristiana y humana. Sólo si tú estás dispuesto a vivir tu vida
preocupándote de la de los otros, tú podrás salvar y culminar plenamente la
tuya…
Bruno Mori – 21 abril
2021
Traducción de Ernesto Baquer
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