Reflexiones para
el Jueves Santo 2021
El evangelio de Juan sitúa los acontecimientos del
relato durante la última cena pascual de Jesús con sus amigos. Si durante
esa cena lo más importante, solemne y cargado de recuerdos sería el ritual
judío, al tomar Jesús la iniciativa de lavar los pies a sus discípulos, es que
quiso reemplazar los símbolos antiguos (liberador y triunfal) de esta cena con
el simbolismo del gesto de humildad y humillación. Y ello con el fin de grabar
para siempre en el espíritu y el corazón de sus discípulos, un principio de
vida y de conducta humana que particularmente querido en su corazón, porque
constituía el centro y lo esencial de su mensaje: la necesidad de encarnar en
su vida, las dinámicas amorosas del comportamiento de Dios, por las que, cada uno,
se torna capaz de descentrarse de sí mismo y de vivir en una disposición
constante de darse y de servir.
De ahí que Jesús, en tierra, lavando los pies a sus
amigos, se convierte en el prototipo del comportamiento de cada discípulo. Con
este gesto, el primero se hace último, el grande pequeño, el que manda como el
que sirve. Sí, a los ojos del mundo, es un comportamiento loco, insensato,
anormal. Pero a los ojos de Jesús, en adelante, será (o debería ser) la actitud
normal de sus discípulos: «Les he dado el ejemplo, -les dijo- yo, a quien
llaman Maestro y Señor, para que ustedes hagan lo mismo».
Con este gesto, Jesús señala a los suyos un nuevo
programa de vida: no una existencia centrada y replegada sobre uno mismo, en la
búsqueda obsesiva, exclusiva y egoísta de su bienestar personal, sus intereses,
sus deseos, sus apetitos, sino en una vida entregada al servicio de los otros
(sobre todo si están desvalidos, abandonados, oprimidos, si sufren) y a poner
más amor, a crear más fraternidad y a producir más felicidad en nuestra
sociedad y en nuestro mundo.
Con este gesto de humillación, la víspera
de su muerte, Jesús quiere transmitirnos su herencia más preciosa: hacernos
entender que sólo el amor al otro colmará nuestra vida y salvará al mundo.
Quiere que tomemos conciencia de la importancia del otro en nuestra existencia.
Porque el otro es el único que hace posible el amor en nuestra vida y por lo
mismo, el despliegue y la realización de nuestra humanidad, nuestra felicidad,
así como el sentido de nuestra existencia. Sin el otro y sin el amor, no somos
nada, decía Pablo a los de Corinto. Este salir de nosotros mismos para
encontrar al otro con la finalidad de amarlo por lo que es, para amarlo sin
condiciones, califica no sólo el comportamiento cristiano, si no que es la base
de un comportamiento auténticamente humano.
Sin el amor, ya no somos humanos, nos deshumanizamos.
La persona que ama, permite dar sentido a
todo lo que vive. Amar al otro, sea un humano o cualquier representante de la
familia de los seres vivos, es darle una razón de vivir. Para un ser no hay, en
efecto, ninguna razón de existir. La existencia es pura gratuidad. Pero amar al
otro, significa querer que el otro exista. Es el amor quien lo hace válido,
importante y necesario. Amar a una persona es decirle “tú nunca morirás en mi;
tú debes existir; tú cuentas; el mundo sería un lugar triste e inacabado sin
tí; el mundo es más bello, mi vida más feliz gracias a tu presencia…”
Cuando alguien o algo se vuelven importantes para
otro, sobreviene en éste un brote de energías vitales. Port ello, cuando se
ama, uno se rejuvenece y tiene la sensación de comenzar una nueva existencia en
un mundo que, súbitamente y por encanto, se vuelve “maravilloso”. El amor es un
estallido de vida y una sublime fuente de alegría, encanto y felicidad.
Las nuevas consignas y la nueva
orientación de vida que Jesús nos deja en herencia, se convierten entonces en
la negación de toda relación que se instaure con los parámetros y la lógica del
poder y de la superioridad de unos sobre otros; así como la condena de todos
los comportamientos y actitudes egoístas y predadoras que se desarrollan
opuestas al camino de la responsabilidad, el cuidado, el respeto, la
consideración, la atención amorosa al mundo humano y al mundo natural.
El genio y la originalidad de Jesús consiste en haber
comprendido que los humanos nos sentimos mucho mejor dotados y felices en un
mundo (o una sociedad) guiado por las fuerzas y actitudes del amor, la
compasión y el servicio, que por las del poder, la violencia y la opresión. De
suerte que, para Jesús, la humanidad realizará un enorme salto evolutivo cuando
haya integrado en sus convicciones y prácticas el valor de la disponibilidad,
el servicio y el amor gratuito y desinteresado de los unos para con los otros.
En este Jueves Santo, los cristianos somos pues
invitados a recorrer, ahora nosotros, el camino por el que Jesús marchó, y a
asimilar en nuestra vida las actitudes interiores que hicieron de él el buen
pan que ha sido para todos. “Yo les he dado el ejemplo, nos dice también
esta tarde, para que se amen los unos a los otros como yo los he amado”.
Pienso que la realización de este modelo de amor y de servicio es, para
los humanos de hoy, la única manera de realizar y salvar el mundo que
habitamos.
Bruno Mori
Traducción de
Ernesto Baquer
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