samedi 17 juillet 2021

SIN EL OTRO Y SIN AMOR, NO SOMOS NADA

 

Reflexiones para el Jueves Santo 2021

 

El evangelio de Juan sitúa los acontecimientos del relato durante la última cena pascual de Jesús con sus amigos.  Si durante esa cena lo más importante, solemne y cargado de recuerdos sería el ritual judío, al tomar Jesús la iniciativa de lavar los pies a sus discípulos, es que quiso reemplazar los símbolos antiguos (liberador y triunfal) de esta cena con el simbolismo del gesto de humildad y humillación. Y ello con el fin de grabar para siempre en el espíritu y el corazón de sus discípulos, un principio de vida y de conducta humana que particularmente querido en su corazón, porque constituía el centro y lo esencial de su mensaje: la necesidad de encarnar en su vida, las dinámicas amorosas del comportamiento de Dios, por las que, cada uno, se torna capaz de descentrarse de sí mismo y de vivir en una disposición constante de darse y de servir.

 

De ahí que Jesús, en tierra, lavando los pies a sus amigos, se convierte en el prototipo del comportamiento de cada discípulo. Con este gesto, el primero se hace último, el grande pequeño, el que manda como el que sirve. Sí, a los ojos del mundo, es un comportamiento loco, insensato, anormal. Pero a los ojos de Jesús, en adelante, será (o debería ser) la actitud normal de sus discípulos: «Les he dado el ejemplo, -les dijo- yo, a quien llaman Maestro y Señor, para que ustedes hagan lo mismo».

 

Con este gesto, Jesús señala a los suyos un nuevo programa de vida: no una existencia centrada y replegada sobre uno mismo, en la búsqueda obsesiva, exclusiva y egoísta de su bienestar personal, sus intereses, sus deseos, sus apetitos, sino en una vida entregada al servicio de los otros (sobre todo si están desvalidos, abandonados, oprimidos, si sufren) y a poner más amor, a crear más fraternidad y a producir más felicidad en nuestra sociedad y en nuestro mundo.

 

Con este gesto de humillación, la víspera de su muerte, Jesús quiere transmitirnos su herencia más preciosa: hacernos entender que sólo el amor al otro colmará nuestra vida y salvará al mundo. Quiere que tomemos conciencia de la importancia del otro en nuestra existencia. Porque el otro es el único que hace posible el amor en nuestra vida y por lo mismo, el despliegue y la realización de nuestra humanidad, nuestra felicidad, así como el sentido de nuestra existencia. Sin el otro y sin el amor, no somos nada, decía Pablo a los de Corinto. Este salir de nosotros mismos para encontrar al otro con la finalidad de amarlo por lo que es, para amarlo sin condiciones, califica no sólo el comportamiento cristiano, si no que es la base de un comportamiento auténticamente humano.  Sin el amor, ya no somos humanos, nos deshumanizamos.

 

La persona que ama, permite dar sentido a todo lo que vive. Amar al otro, sea un humano o cualquier representante de la familia de los seres vivos, es darle una razón de vivir. Para un ser no hay, en efecto, ninguna razón de existir. La existencia es pura gratuidad. Pero amar al otro, significa querer que el otro exista. Es el amor quien lo hace válido, importante y necesario. Amar a una persona es decirle “tú nunca morirás en mi; tú debes existir; tú cuentas; el mundo sería un lugar triste e inacabado sin tí; el mundo es más bello, mi vida más feliz gracias a tu presencia…”

Cuando alguien o algo se vuelven importantes para otro, sobreviene en éste un brote de energías vitales. Port ello, cuando se ama, uno se rejuvenece y tiene la sensación de comenzar una nueva existencia en un mundo que, súbitamente y por encanto, se vuelve “maravilloso”. El amor es un estallido de vida y una sublime fuente de alegría, encanto y felicidad.

Las nuevas consignas y la nueva orientación de vida que Jesús nos deja en herencia, se convierten entonces en la negación de toda relación que se instaure con los parámetros y la lógica del poder y de la superioridad de unos sobre otros; así como la condena de todos los comportamientos y actitudes egoístas y predadoras que se desarrollan opuestas al camino de la responsabilidad, el cuidado, el respeto, la consideración, la atención amorosa al mundo humano y al mundo natural.

 

El genio y la originalidad de Jesús consiste en haber comprendido que los humanos nos sentimos mucho mejor dotados y felices en un mundo (o una sociedad) guiado por las fuerzas y actitudes del amor, la compasión y el servicio, que por las del poder, la violencia y la opresión. De suerte que, para Jesús, la humanidad realizará un enorme salto evolutivo cuando haya integrado en sus convicciones y prácticas el valor de la disponibilidad, el servicio y el amor gratuito y desinteresado de los unos para con los otros.

 

En este Jueves Santo, los cristianos somos pues invitados a recorrer, ahora nosotros, el camino por el que Jesús marchó, y a asimilar en nuestra vida las actitudes interiores que hicieron de él el buen pan que ha sido para todos. “Yo les he dado el ejemplo, nos dice también esta tarde, para que se amen los unos a los otros como yo los he amado”.

Pienso que la realización de este modelo de amor y de servicio es, para los humanos de hoy, la única manera de realizar y salvar el mundo que habitamos.  

 

Bruno Mori 

 

Traducción de Ernesto Baquer

 


 

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