samedi 17 juillet 2021

Una comida, una comunión, una presencia

 

En la fiesta del ”Corpus Domini”

 

Comenzamos por una pregunta. ¿por qué el gesto de la comida fraternal en común llamada agapé o eucaristía, después de 20 siglos y hasta hoy, ha sido respetada fielmente por los cristianos de todo tiempo y lugar, hasta convertirse en el rito más típico e importante de su práctica religiosa?

La respuesta es que los discípulos, siguiendo el ejemplo de su Maestro, han comprendido que una comida juntos, en torno a una mesa fraternal, tiene una carga simbólica excepcional y que este gesto ordinario se presta, más y mejor que ningún otro, para expresar, de manera simple pero sugestiva, los valores y el contenido más fundamentales de su mensaje.

De hecho, una mesa preparada es sinónimo de familia, afecto, fraternidad, amistad, comunión, complicidad. Una buena comida festiva constituye una oportunidad única para comunicar, dialogar y compartir. El hecho de sentarse en la misma mesa con otros convidados nos obliga a salir de nuestro aislamiento y nuestra soledad. La gozosa presencia de otros invitados al lado nuestro, nos obliga a buscar lo mejor que hay en nosotros, a activar nuestra capacidad de escucha, a mostrar atención, interés, a mirar al otro en los ojos, y también, si nos abre la puerta, a entrar, aunque sea por unos instantes, en los secretos de su vida.

Alrededor de una mesa de fiesta, no sólo comemos alimentos, también estamos invitados a gustar de la parte mejor y más secreta de la persona sentada a nuestro lado.  La comida es el lugar propicio no sólo para cotilleos, sino también para confidencias, confesiones, excusas, reproches, arrepentimientos. Acercamientos, reconciliaciones. Una buena mesa es el lugar donde se tejen relaciones, se forman amistades, nacen amores.

Un banquete festivo frecuentemente se organiza y prepara para conmemorar un acontecimiento, festejar a una persona querida. Así, durante la comida, conmemoramos, recordamos, hablamos de ella y de los acontecimientos que le conciernen. Para expresar hasta qué punto esa persona ha sido importante para nosotros y nos ha tocado, influido y transformado nuestra vida.

Pensemos, por ejemplo, en un banquete de aniversario de bodas de oro. ¡Qué placer para sus hijos, ahora ya adultos, recordar las grandes etapas de la vida de sus padres, los rasgos típicos de su carácter, anécdotas divertidas, actitudes o comportamientos del papá o la mamá que les impactaron y marcaron!

Una comida de fiesta con frecuencia es un tiempo especial durante el cual recordamos con afecto y ternura a personas que han sido importantes para nosotros y donde revivimos acontecimientos que nos marcaron y nos ayudaron a afrontar mejor nuestra existencia.

Por ello, Jesús, antes de morir, recomendó a sus discípulos el gesto de la comida fraterna como la manera más fácil y apta para recordarlo, volver a sumergirse en su Espíritu y expresar y vivir juntos los contenidos más fundamentales y típicos de su enseñanza.

Por eso cada domingo nos reunimos como una sola gran familia, alrededor de la mesa (altar) eucarístico. Lo hacemos porque queremos vivir juntos un momento de fraternidad, convivencia y comunión; porque queremos, con ese gesto, expresar y manifestar todo el amor que nos anima y que deseamos esparcir a nuestro alrededor para que aporte más felicidad a nuestros hermanos.

Pero nos reunimos también para recordar a nuestro Maestro y Señor Jesús, para recordar los acontecimientos más impactantes y las etapas más importantes de su vida; pera reflexionar juntos (ayudados por el jefe de familia) sobre sus palabras, los contenidos de su enseñanza, para, seguidamente, traspasarlos a lo concreto de nuestra vida cotidiana que así se transforme en imagen de la suya.

En fin, nos reunimos para comer, es decir satisfacer nuestra hambre y nuestra sed, para alimentarnos con las palabras y la enseñanza de nuestro Maestro Jesús, en cuyo Espíritu queremos construir la calidad de nuestra vida.

Precisamente hambre y sed de él que expresamos en el momento de la comunión, cuando, en la mesa eucarística recibimos y comemos el Pan Santo, la Hostia “consagrada”, signo sacramental de la presencia continua del Señor Jesús en medio nuestro y en nuestra vida.

Fiesta hermosa la de hoy, que nos recuerda la necesidad que tenemos, en cuanto cristianos, de alimentarnos continuamente del Señor Jesús, siempre vivo y presente en la comunidad de sus discípulos, a través de su Palabra y su Espíritu.

 

Bruno Mori – Junio 2021

 

 

 

Aucun commentaire:

Enregistrer un commentaire