(8º dom .ord. C. -
Lc 6,39.45)
Orig. francés en: http://brunomori39.blogspot.com/2019/03/lhomme-qui-sait-nous-accompagner.html.
La originalidad de Jesús de Nazaret no es tanto las consignas o las
directivas de orden ético que nos dejó y que podemos encontrar en otros
maestros y sabios en casi todas las culturas y religiones del mundo, al ser
directivas y normas que forman parte de la sabiduría humana universal. Pensemos
por ejemplo en la Regla de Oro del comportamiento humano, básica de toda vida
social que se quiera ordenada y pacífica.
La originalidad de Jesús está en el plano de su percepción de Dios y la
calidad de sus relaciones con El y con nuestros semejantes. La originalidad de
Jesús fue haber concebido a Dios como Energía Primordial, Virtualidad creadora
que no es exterior y trascendente, fuera de nuestro mundo, sino interior e
inmanente a nuestro Universo y sobre todo inmanente y especialmente activa en
la persona humana.
Pero eso no es todo. La originalidad más extraordinaria de Jesús de Nazaret
fue tomar conciencia de que esta Fuerza Originaria, que suspira y vibra en las
profundidades más secretas de la realidad cósmica y de nuestra humanidad, es
esencialmente una Energía “Amorosa” que busca extenderse, comunicarse, atraer,
unir y transformar todo a su imagen, es decir según los parámetros del amor. En
la historia de la evolución humana, Jesús de Nazaret es uno de los primeros
espíritus en tomar conciencia de que la Energía de fondo que sostiene la
Creación está hecha de amor. Sobre esta convicción fundó y desplegó los
contenidos de su existencia. Intuición que constituye la novedad y originalidad
de su predicación.
En la historia del pensamiento religioso, la originalidad de la figura de
Jesús se ve en algunas intuiciones fundamentales que tuvo y que nos dejó.
1) Determinó el lugar privilegiado de la presencia, la acción y la
manifestación de Dios en el interior del corazón del hombre. Su Dios es el
fondo de su ser. Decía: “Dios está en mí y yo estoy en Dios. Dios y yo no
hacemos más que uno”. Eso significa por tanto que, desde Jesús, su verdadero
ser, como el verdadero ser de toda persona, consiste en esta identificación
total con Dios. El Dios de Jesús no es una realidad existente en alguna parte
sin él. Dios es íntimo al hombre. Dios vive en él y él vive en Dios. Dios está
en su vida y su vida verdadera está en Dios. Entonces lo que es verdad para
Jesús, es también verdad para toda persona y por tanto para cada uno de
nosotros.
2) Nos enseñó que algunas propiedades típicas de este Amor “divino” (como
la ternura, la hondad la gratuidad, el darse, la acogida incondicional, la
misericordia, el perdón, la ausencia de apropiarse, de control, de dominación,
de violencia, etc.) pueden activarse y hacerse visibles en nuestro mundo sólo a
través de las diferentes facetas y modalidades de la expresión amorosa de los
humanos.
3) Según el Maestro de Nazaret, la tarea de los humanos no es sólo
humanizar el amor de Dios, sino también divinizar el amor de los hombres,
otorgándoles las características y las particularidades del amor de Dios. Según
el Nazareno, el ser humano sería en nuestro mundo tanto la presencia como la
repetición de la forma divina de amar. Sólo a través del hombre, la
extraordinaria riqueza de los armónicos del Amor Originario pueden resonar en
el Cosmos para el deleite y la felicidad de todos.
4) Jesús de Nazaret enseñó también que los humanos sólo podemos entablar o
realizar una relación verdadera con Dios a través de una relación “amorosa”
(nosotros lo diluimos y decimos “fraternal”) con otros humanos. De suerte que
hace, de la buena relación del hombre con Dios, el parámetro, la medida y el
criterio de la buena relación del hombre con Dios y el signo (sacramento) de la
presencia y manifestación de Dios en nuestro mundo.
Jesús de Nazaret, por lo tanto, es para nosotros los cristianos, un modelo
de humanidad porque fue capaz de forjar su existencia exclusivamente en
realizar una relación de amor con Dios y sus hermanos humanos y de anteponer el
éxito de esta relación al éxito de su propia vida personal. Su opción por
pobres y excluidos fue el corazón de su mensaje.
El Nazareno, pues, integró su vida en el movimiento de esta Fuerza de Amor
que llamaba “Abba-Padre” y que lo impulsó a descentrarse totalmente de sí
mismo, para exclusivamente centrarse en los otros, en un movimiento de don
total. Jesús estaba convencido que, en su relación de amor con los otros, no
sólo realizaba su ser profundo, sino que por el propio hecho se sentía en unión
profunda con el ser y el espíritu de Dios, y lograba, por así decirlo, hacer a
Dios presente, tangible y “encarnado” en nuestro mundo.
Para Jesús, el amor hacia los demás fue más importante que el interés por
su propia vida. Prefirió que lo mataran, antes que ir contra su verdadera
identidad espiritual. Eligió morir antes que ser infiel a la verdad de su ser.
Y así la muerte física, aceptada para continuar amando hasta el fin, fue para
Jesús el camino que lo condujo a una plenitud de ser y de vida que, en Dios,
perdura incluso más allá de la muerte. Por eso sin duda, sus discípulos lo
consideraron como el que está siempre “Viviente” en Dios.
Jesús nos ha hecho comprender que nuestra verdadera realización humana no
está en la satisfacción de nuestros impulsos, ni en las exigencias y
reivindicaciones de nuestro “ego”, ni en la realización de nuestros deseos de
poder y de gloria, sino sólo en la conquista de la plenitud del amor que nos
identifica con el Espíritu y la “naturaleza” de Dios. Nos hizo comprender que
cuando los hombres amamos como Dios ama, perfeccionamos nuestro ser verdadero y
catapultamos al máximo nuestras posibilidades. La vida y la muerte de Jesús
están para decirnos que podemos estar muertos, aunque estemos en vida, y que
podemos estar en Vida aunque hayamos muerto.
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