lundi 25 mars 2019

El hombre que nos sabe acompañar



(8º dom .ord. C. -  Lc 6,39.45)

Orig. francés en: http://brunomori39.blogspot.com/2019/03/lhomme-qui-sait-nous-accompagner.html.

La originalidad de Jesús de Nazaret no es tanto las consignas o las directivas de orden ético que nos dejó y que podemos encontrar en otros maestros y sabios en casi todas las culturas y religiones del mundo, al ser directivas y normas que forman parte de la sabiduría humana universal. Pensemos por ejemplo en la Regla de Oro del comportamiento humano, básica de toda vida social que se quiera ordenada y pacífica.

La originalidad de Jesús está en el plano de su percepción de Dios y la calidad de sus relaciones con El y con nuestros semejantes. La originalidad de Jesús fue haber concebido a Dios como Energía Primordial, Virtualidad creadora que no es exterior y trascendente, fuera de nuestro mundo, sino interior e inmanente a nuestro Universo y sobre todo inmanente y especialmente activa en la persona humana.

Pero eso no es todo. La originalidad más extraordinaria de Jesús de Nazaret fue tomar conciencia de que esta Fuerza Originaria, que suspira y vibra en las profundidades más secretas de la realidad cósmica y de nuestra humanidad, es esencialmente una Energía “Amorosa” que busca extenderse, comunicarse, atraer, unir y transformar todo a su imagen, es decir según los parámetros del amor. En la historia de la evolución humana, Jesús de Nazaret es uno de los primeros espíritus en tomar conciencia de que la Energía de fondo que sostiene la Creación está hecha de amor. Sobre esta convicción fundó y desplegó los contenidos de su existencia. Intuición que constituye la novedad y originalidad de su predicación.

En la historia del pensamiento religioso, la originalidad de la figura de Jesús se ve en algunas intuiciones fundamentales que tuvo y que nos dejó.

1) Determinó el lugar privilegiado de la presencia, la acción y la manifestación de Dios en el interior del corazón del hombre. Su Dios es el fondo de su ser. Decía: “Dios está en mí y yo estoy en Dios. Dios y yo no hacemos más que uno”. Eso significa por tanto que, desde Jesús, su verdadero ser, como el verdadero ser de toda persona, consiste en esta identificación total con Dios. El Dios de Jesús no es una realidad existente en alguna parte sin él. Dios es íntimo al hombre. Dios vive en él y él vive en Dios. Dios está en su vida y su vida verdadera está en Dios. Entonces lo que es verdad para Jesús, es también verdad para toda persona y por tanto para cada uno de nosotros.

2) Nos enseñó que algunas propiedades típicas de este Amor “divino” (como la ternura, la hondad la gratuidad, el darse, la acogida incondicional, la misericordia, el perdón, la ausencia de apropiarse, de control, de dominación, de violencia, etc.) pueden activarse y hacerse visibles en nuestro mundo sólo a través de las diferentes facetas y modalidades de la expresión amorosa de los humanos.

3) Según el Maestro de Nazaret, la tarea de los humanos no es sólo humanizar el amor de Dios, sino también divinizar el amor de los hombres, otorgándoles las características y las particularidades del amor de Dios. Según el Nazareno, el ser humano sería en nuestro mundo tanto la presencia como la repetición de la forma divina de amar. Sólo a través del hombre, la extraordinaria riqueza de los armónicos del Amor Originario pueden resonar en el Cosmos para el deleite y la felicidad de todos.
4) Jesús de Nazaret enseñó también que los humanos sólo podemos entablar o realizar una relación verdadera con Dios a través de una relación “amorosa” (nosotros lo diluimos y decimos “fraternal”) con otros humanos. De suerte que hace, de la buena relación del hombre con Dios, el parámetro, la medida y el criterio de la buena relación del hombre con Dios y el signo (sacramento) de la presencia y manifestación de Dios en nuestro mundo.

Jesús de Nazaret, por lo tanto, es para nosotros los cristianos, un modelo de humanidad porque fue capaz de forjar su existencia exclusivamente en realizar una relación de amor con Dios y sus hermanos humanos y de anteponer el éxito de esta relación al éxito de su propia vida personal. Su opción por pobres y excluidos fue el corazón de su mensaje.

El Nazareno, pues, integró su vida en el movimiento de esta Fuerza de Amor que llamaba “Abba-Padre” y que lo impulsó a descentrarse totalmente de sí mismo, para exclusivamente centrarse en los otros, en un movimiento de don total. Jesús estaba convencido que, en su relación de amor con los otros, no sólo realizaba su ser profundo, sino que por el propio hecho se sentía en unión profunda con el ser y el espíritu de Dios, y lograba, por así decirlo, hacer a Dios presente, tangible y “encarnado” en nuestro mundo.

Para Jesús, el amor hacia los demás fue más importante que el interés por su propia vida. Prefirió que lo mataran, antes que ir contra su verdadera identidad espiritual. Eligió morir antes que ser infiel a la verdad de su ser. Y así la muerte física, aceptada para continuar amando hasta el fin, fue para Jesús el camino que lo condujo a una plenitud de ser y de vida que, en Dios, perdura incluso más allá de la muerte. Por eso sin duda, sus discípulos lo consideraron como el que está siempre “Viviente” en Dios.

Jesús nos ha hecho comprender que nuestra verdadera realización humana no está en la satisfacción de nuestros impulsos, ni en las exigencias y reivindicaciones de nuestro “ego”, ni en la realización de nuestros deseos de poder y de gloria, sino sólo en la conquista de la plenitud del amor que nos identifica con el Espíritu y la “naturaleza” de Dios. Nos hizo comprender que cuando los hombres amamos como Dios ama, perfeccionamos nuestro ser verdadero y catapultamos al máximo nuestras posibilidades. La vida y la muerte de Jesús están para decirnos que podemos estar muertos, aunque estemos en vida, y que podemos estar en Vida aunque hayamos muerto.

Bruno Mori  2019
Traduction de Ernesto Baquer

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