jeudi 5 janvier 2017

LA PUERTA Y EL PASTOR - Jn 10, 11-18

Dios nos necesita a nosotros y nosotros lo necesitamos a el

 4° dom Pascua B


En los evangelios todos los textos están allí para hacernos reflexionar; pero hay algunos que tienen el poder de conquistarnos e incluso darnos vuelta. Este que leemos es uno. El texto busca hablarnos a través de un conjunto de imágenes sacadas de la vida de los pastores palestinos del tiempo de Jesús. En definitiva, la enseñanza que este pasaje nos quiere transmitir es muy simple. Nos dice que Dios es como un pastor. Actúa y reacciona como un pastor actúa y reacciona en presencia de sus ovejas. Jesús quiere enseñarnos que lo que Dios siente por nosotros es comparable a lo que un buen pastor siente por sus ovejas. Un pastor es un hombre  que sólo tiene sus ovejas y que sólo vive por ellas y de ellas. Sus ovejas representan toda su subsistencia e incluso toda su existencia. Sus ovejas le son necesarias, indispensables. Un pastor, si le quitáramos sus ovejas, no sería gran cosa; no tendría nada más y, frecuentemente, no sería más nada. Sus ovejas son todo lo que es y tiene; por así decirlo, son toda su vida. Por eso las cuida, las ama, las conoce a todas, a cada una, por su nombre, por eso nunca termina de contarlas para asegurarse que todas están bien y allí... asegurarse que no hay ninguna perdida en el camino y que todas están en la seguridad del redil.

Y bien, nos dice Jesús, para Dios ustedes son como sus ovejas; son lo que le es más querido, más precioso; son toda su vida; para Dios todos ustedes son necesarios, indispensables… Con estas imágenes, Jesús busca transmitirnos otra manera de concebir y pensar a Dios. Y esta otra manera de concebir a Dios, a primera vista nos desconcierta. Es que es algo muy serio decir que ¡¡¡le somos necesarios a Dios, que Dios nos necesita, que Dios sin nosotros no es nada!!! ¡Una afirmación así nos sacude! ¡Vamos, ¿qué dices tú Jesús de Nazaret?! ¡Si siempre nos han predicado lo contrario! ¡Si siempre hemos entendido lo contrario!

Y sin embargo, es eso lo que Jesús busca decirnos a través de la imagen del pastor. Es verdad –nos dice- ¡¡¡que ustedes necesitan a Dios!!! Pero piensen que también Dios los necesita a ustedes. ¡Piensen! ¿Qué sería él sin ustedes? Un padre sin hijos, una misericordia sin perdón, una gratuidad sin gracia, una generosidad sin posibilidad de dar, una bondad sin oportunidad de hacer el bien, un océano de amor sin poder derramarse sobre nada, un corazón desbordante de ternura sin nadie para amar, una inmensidad cerrada en su inmensa soledad porque no la habitaría nadie, una voz sin nadie que escuche, una palabra que no tendría respuesta, una inteligencia infinita sin comprensión, una belleza sin ningún admirador, una presencia y una plenitud de ser siempre desconocidas y prácticamente inexistentes porque ninguna otra inteligencia estaría allí para darse cuenta, nombrarlas y extasiarse ante ellas en un rapto de asombro, adoración y reconocimiento. Y si es verdad decir que si no hubiera ovejas, no habría pastor; en cierto sentido es verdad también que si no hubiera hombre (inteligencia creada) no habría Dios, porque no habría nadie en  el Universo para darse cuenta de su presencia y su existencia.

Dios tiene necesidad de ustedes, parece decirnos Jesús. Dios los ama como a sus hijos más queridos. Ustedes dan vida a Dios en este mundo, y Dios, a su vez, les permite vivir en humano en este mundo. Confortándolos con su amor y su presencia, hace de manera que ustedes vivan en esa confianza que los libera de todos los miedos que envenenan vuestra vida y frecuentemente los vuelven inhumanos.
Así el mensaje central de este pasaje del evangelio.

En este texto hay, sin embargo, otro punto sobre el que querría atraer la  atención. Jesús insiste en el hecho de que, para entrar en el redil, no sólo hay que pasar por la puerta, sino que él es la puerta. Aquí Jesús parece indicar una pretensión inaudita. Parece insinuar que sólo por él, sólo por intermedio de su presencia en la historia y en la vida de cada uno, encontraremos los medios necesarios para realizar nuestra existencia, así como el acompañamiento y la ayuda necesaria para conducirla a la seguridad del redil.

Es un hecho que todos estamos obsesionados por buscar nuestra seguridad. Todos somos ovejas en busca de un redil donde podamos sentirnos seguros y protegidos. Sin duda es la reacción al hecho de que vivimos nuestra existencia en un estado de inseguridad profunda. Sentimos que todos somos fundamentalmente seres frágiles, vulnerables, amenazados. Y nuestra preocupación principal es blindarnos, protegernos, prevenir peligros e imprevistos, prever momentos y sorpresas desagradables. Por eso nos acorazamos con toda clase de seguridades. Lo aseguramos todo: casa, coche, perro, bienes, trabajo, viajes, salud, nariz, piernas, senos, nuestra vida…

¡Eso no es todo! Creemos que la llave que abre la puerta de la seguridad y la felicidad, la tenemos en el bolsillo y ¡¡¡basta con sacarla para poderla utilizar!!! ¡Conocemos las puertas que introducen en la felicidad terrena! Se llaman belleza, apariencia agradable, buena forma física, silueta esbelta y seductora, dinero, poder, éxito, renombre, que nunca nos falte nada, permitirnos todas las experiencias… vivir la vida a pleno…

El texto del evangelio parece ponernos en guardia contra esos otros mesías, profetas, pastores, que buscan seducirnos y convencernos de pasar por todas esas puertas. ¡Desconfíen –nos advierte el evangelio de hoy- de esos accesos fáciles al éxito y la felicidad! Podrían ser trampas… ¡no llevar a ningún lado¡ ¡Hacerles daño¡ ¡Decepcionarlos! Esos profetas y pastores falsos no buscan vuestro bienestar, sino sólo su interés. Son seres astutos y malignos que se aprovechan de vuestras debilidades, vuestra buena fe, vuestra ignorancia, para enriquecerse a vuestra costa. No vienen en mi nombre; no están animados por mi Espíritu… entonces ¡no les crean! ¡Manténganse lejos de ellos, porque sólo son aprovechadores, bandidos y ladrones! Lejos de ellos. La única puerta fiable, soy yo, nos advierte Jesús en el evangelio de hoy. Es en mí, confiando en mi palabra y mi Espíritu, como encontrarán la seguridad y la felicidad. Sólo a través de la fe en la presencia de Dios en vuestras vidas y confiando en su amor incondicional, se sentirán verdaderamente en seguridad bajo la protección de su ternura y su amor.


Bruno Mori  -   Traducción: Ernesto Baquer  

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