jeudi 5 janvier 2017

¿SEÑOR, DONDE VIVES? - Jn. 1, 35-42

2° dom to B



Este domingo se presenta como un domingo de transición porque hace la transición entre la vida oculta de Jesús y su ministerio público, y porque contiene todavía elementos epifánicos. Todavía no es la predicación pública "plena", son los preparativos, el comienzo de la gran intervención evangélica. Tal como la apertura de una puerta, el tiempo inmóvil o o el brote maduro se aprestan a estallar.

Podría decirse que este episodio, situado al comienzo del evangelio según Juan, tiene de tal modo la marca del autor que se acuerda todavía del momento exacto de su primer encuentro con el Señor: sucedió "al día siguiente del bautismo de Jesús y eran como las cuatro de la tarde". Se trata de la primera vez que los apóstoles vieron al Señor; lo descubrieron y los invitó a seguirlo.
¡Y qué encuentro! Lo recuerdan como si fuera ayer, ¡porque su vida ya no fue la misma, cambiada y trastocada para siempre! Por indicación de Juan el Bautista, los dos discípulos siguen tímidamente a Jesús de lejos. Jesús se vuelve. Les dice: "¿qué buscan?". No responden a su pregunta, le hacen otra: "Maestro, ¿dónde vives?". Y Jesús: "vengan y verán". Lo acompañaron, vieron y se quedaron con él aquel dia".

Es sintomático que las primeras palabras, la primera frase que el evangelio de Juan pone en boca de Jesús sea la cuestión más importante y fundamental en la vida de una persona: "¿Qué buscan?". También a nosotros hoy se nos hacen y nos hacemos estas preguntas: "¿Qué buscan? ¿Qué desea vuestro corazón? ¿Dónde podemos encontrarte? ¿Dónde vives para que tu casa sea también la nuestra»? Y Jesús nos dice: "Vengan y verán". Pero para ver, para encontrar lo que se busca, ¡hay que ser capaces de partir, dejar, desatarse, atreverse, arriesgar, desear algo diferente, nuevo, mejor, para nuestra vida y en nuestra vida!

¡Vengan y verán! Aquí los dos verbos van juntos. Quizá el evangelista Juan quiere hacernos entender que verdaderamente hay que ir hacia este hombre y quedarse con El para ver algo nuevo y extraordinario. Hay que ver donde vive. Entonces veremos y comprenderemos que habita en Dios y que sólo en Dios podremos nosotros encontrar lo que buscamos.

La actitud de los discípulos en este texto evangélico, es la más hermosa explicación de qué es la fe. Nada de verdades para creer sólo de cabeza. Aquí, la fe de los discípulos es encuentro, fascinación, ganas de seguir, acompañar, frecuentar, quedarse con la persona en quien han puesto su confianza. Puedo haber sido el primero en el catecismo, leer muchos libros religiosos, debatir con expertos asuntos teológicos, dar conferencias sobre ética cristiana, ser obispo, cardenal y papa... ¡y no tener fe! Un cristiano sólo tiene fe si ha encontrado y amado al hombre de Nazaret, si le ha conquistado la calidad de su persona, si le complace frecuentarlo y permanecer con él.

Y Andrés será el primero en buscar a su hermano Simón, para decirle: "Hemos encontrado al Mesías, al que viene de parte de Dios". Su voz debía estar llena de entusiasmo como para que el independiente y testarudo Simón, aceptara dejarse llevar a Jesús. En cuanto Simón entra en contacto con Jesús, éste lo mira y le revela qué será de su vida: "Conmigo, tú serás como una piedra, una roca; nada te podrá quebrar, ni hacerte caer. Serás sólido como una roca. ¡Eso serás tú conmigo!"

Pero las palabras que Jesús dirige a Pedro, valen también para cada uno de nosotros, si tenemos la fortuna de encontrarlo, de ir a ver dónde vive y si nos quedamos con él y su espíritu permanece en nosotros... Entonces nuestra vida ganará en estabilidad, en solidez... estaremos equipados para enfrentar las adversidades de la existencia y pasar a través de ella con la confianza de aquellos y aquellas que saben que nunca estarán totalmente solos y que nunca más serán abandonados.

Este texto del evangelio de Juan es una invitación dirigida a todos los cristianos a escuchar a este Rabí, este Maestro, que habla en nombre de Dios, y a acompañarlo en su caminar. Este texto es un llamamiento a ir a ver dónde vive, a descubrir su familia, sus amigos, sus amores, sus valores. Entonces, quizá también nosotros tengamos el placer de quedarnos con él y de pasar en su compañía el resto de nuestra existencia.

Bruno Mori  -

Traducción: Ernesto Baquer  

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