Jesús nos pide que nos lavemos los pies unos a otros...
Original en: http://brunomori39.blogspot.com.uy/2015/04/jesus-nous-demande-de-nous-laver-les.html.
En el evangelio de Juan, la última Cena constituye el momento culminante de
la vida de Jesús. Allí está el relato de Jesús que lava los pies a sus
discípulos. En el pensamiento de Juan, este gesto es tan importante que su
valor simbólico es, desde entonces, el paradigma del comportamiento cristiano y
por tanto la condición indispensable para que alguien pueda considerarse como
discípulo del Señor. Lo que Juan quiere decir, al dejarnos el recuerdo de esta
acción de Jesús es: “Tú sólo eres cristiano, tú sólo eres discípulo, si en tu
vida eres capaz, como Jesús y siguiéndole, despojarte de la ropa de tu egoísmo
y tu suficiencia, para ponerte humildemente al servicio de los otros como un
igual y un hermano, dispuesto, si es necesario, a lavarle los pies”.
Al transmitirnos este gesto de Jesús, el evangelista
Juan, para quien Jesús encarna la presencia de Dios entre nosotros, nos quiere
también ayudar a los cristianos a deshacernos de una falsa imagen de Dios. Al
presentarnos a Jesús, a los pies de sus discípulos, adoptando el comportamiento
de un esclavo, busca hacernos comprender que en Jesús, Dios no se manifiesta
como el soberano todo poderoso, el jefe supremo de los ejércitos celestiales
que exige sumisión y obediencia, el juez severo que controla y pide cuentas,
sino como el Servidor del hombre que no aplasta jamás a nadie con exigencias de
superioridad, que busca, al contrario, levantar al hombre, con paciencia y
amor, hasta la medida de su grandeza y su santidad. Para Juan, Jesús es la
encarnación de esta actitud de Dios que quiere estar al servicio del hombre a
fin de liberarlo de los impulsos nefastos que lo tiran por tierra y le impiden
volar hacia las alturas para las que ha sido creado como ser humano e hijo de
Dios.
Entonces, este evangelio es una crítica al Dios de las
religiones, porque ese Dios no corresponde al que nos reveló Jesús. Este texto
del evangelio nos obliga a abandonar la concepción “religiosa” de Dios, para
adoptar el Dios “profano” de que habla Jesús. Su Dios, en efecto, no se
encuentra en templos, catedrales, basílicas, iglesias, ritos, oraciones,
devociones, prácticas de piedad, sino sólo allí donde hay amor que dar y amor
que recibir, como dice el canto de un antiguo himno cristiano: “Ubi caritas et amor, Deus ibi est”
(Dónde hay caridad y amor, Dios allí está). Allí donde nacen gestos de bondad,
compasión, disponibilidad, darse, perdón, ayuda, servicio… allí se manifiesta
el Dios de Jesucristo. Y esos gestos jamás se realizan en los lugares sagrados
de la religión y del culto, sino siempre fuera… allí donde hay terreno propicio
a la eclosión de los actos de amor y de servicio que realizan la presencia de
Dios en nuestro mundo.
Juan el evangelista comprendió que, con Jesús,
irrumpió en nuestro mundo una nueva manera de concebir a Dios y de tratar al
hombre. Escuchando a Jesús, había aprendido que Dios es amor que se da, y que
el hombre sólo se humaniza divinizándose, es decir, realizando gestos divinos
del amor desinteresado y gratuito, a ejemplo de su Maestro. Según el Maestro,
en adelante, la grandeza y el valor de la persona ya no son su fuerza, su
superioridad, su poder, su dinero, sino su capacidad de hacerse el último y el
servidor de todos. Así, dirá, el que quiera preocuparse demasiado por su vida
la perderá. Y el que sea capaz de dar su vida en favor y por los demás, la
transformará en una realización maravillosa, una joya preciosa que enriquece al
que la da y a los que la reciben.
En adelante ya no hay monarcas, soberanos,
comandantes, jefes, boss, personas que están arriba y otras que están abajo,
personas superiores y otras inferiores. En adelante no hay más que servidores.
Pedro no quiere admitirlo y comprenderlo, pero debe aceptarlo y hacerlo, si
quiere tener un lugar en la mesa del Señor, aunque ese comportamiento que Jesús
propone a sus discípulos le parezca utópico e insensato.
Eso es lo que debemos aceptar nosotros también, los
cristianos del siglo XXI, que nos creemos los representantes afortunados de una
modernidad “evolucionada”… pero que, en realidad, vivimos todavía en los
tiempos prehistóricos de la confrontación tribal, de la lucha por los mejores
pastos y la caza mayor; que estamos contaminados por el virus del consumo,
cegados por el culto del dinero, atontados por la angustia de la superioridad;
que pensamos estar en la cima de la civilización y del progreso porque nuestra
técnica y nuestro saber son capaces de devastar y saquear el planeta, y
volverlo inhabitable…
También nosotros debemos aprender de Jesús a librarnos
de nuestro egoísmo, nuestra arrogancia, nuestro sentimiento de superioridad,
nuestra ambición y a ponernos a los pies de los demás y al servicio de todo lo
que es otro, en una actitud de verdadera humildad, de cuidado, atención,
respeto y amor.
Sólo cuando los humanos hayamos interiorizado la
actitud de Jesús que lava los pies de su prójimo, podremos decir que estamos en
el camino de nuestra verdadera humanización.
Entonces habrá una cierta esperanza de vida para
nuestra raza y para el planeta que habitamos.
Bruno Mori -
Traducción: Ernesto Baquer
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