EL SENTIDO DE LA MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES
18° dom
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Original francés: http://brunomori39.blogspot.com.uy/2015/08/le-sens-du-signe-de-la-multiplication.html.
El evangelio
del domingo pasado nos había puesto en contacto con la humanísima actitud de
Jesús que se dio cuenta de la fatiga y el stress de sus amigos y los invita a detenerse
y a descansar para rehacer sus fuerzas. Hoy nos presenta otro aspecto relativo
a la personalidad del Maestro. La gente que lo sigue y lo rodea (una
muchedumbre de 5000 hombres sin contar las mujeres ni los niños: Mt 14,21), no
sólo están fatigados y agotados como los del domingo pasado, además tienen
hambre y no llevan alimentos. ¿Qué se puede hacer ante la necesidad de la
gente? Jesús habría podido adoptar la actitud fatalista y algo cínica de sus
discípulos. La de lavarse las manos. ¡Es coa de ellos! ¡Que hubieran sido más
previsores! Siempre pueden ir a comprar comida a la rotisería o la tienda del
pueblo vecino. ¡No tenemos nada que ver! ¡Que podemos hacer para alimentar a
tanta gente!
Es la
actitud de los que se resignan a aceptar la miseria como algo inevitable.
Frecuentemente nuestra actitud. ¿Qué podemos hacer si en el mundo hay 800
millones de personas, una de cada 9, que en este momento sufren hambre o
desnutrición? ¡500.000 mujeres africanas mueren cada año en el parto, porque su
cuerpo debilitado por la falta de alimentos no resiste la menor infección!
¡24.000 personas mueren cada día de hambre en el mundo, una cada cuatro
segundos; un niño muere de hambre y desnutrición cada cinco segundos! Es una
calamidad, pero ¿qué podemos hacer ante semejante tragedia? ¡No es nuestro
problema! Aunque quisiéramos, no podemos
hacer nada¡¡Nuestros medios! Tu habla, estás de broma, ¡comparando con las
necesidades! ¿Qué quiere que hagamos con nuestro pequeño presupuesto, con
nuestros escasos recursos, con dos pescaditos y cinco panecillos, cuando
tenemos millones de personas que alimentar?
Pero Jesús
parece hacerse el sordo a las razones de nuestro sentido común… y a pesar de lo
enorme y casi imposible tarea, Jesús nos
abofetea la cara con una orden que nos parece absurda: "¡Denles ustedes de
comer!" Quiere con ello hacernos entender que, ante la urgencia, nadie
tiene el derecho a bajar los brazos ni a descargar nuestra responsabilidad
sobre otros (los gobiernos, la ayuda internacional, la FAO, Oxfam, Unicef,
Unesco, Desarrollo y Paz…). Quiere hacernos entender que la vida, la salud, el
bienestar de las personas, no pueden esperar, no admiten más demora, y que ante
seres que mueren de hambre, todas nuestras evasivas y dudas son criminales. El
mismo nos da el ejemplo. Ante la urgencia y la necesidad, Jesús no pierde
tiempo en discursos, análisis, mesas redondas, comités y reuniones de expertos
para preparar un estudio exhaustivo del problema a fin de reflexionar sobre la
oportunidad de iniciar gestiones para considerar un proyecto de solución al
problema… Actúa en seguida… toma lo que tiene a mano, no es gran cosa, casi
nada… sólo dos pececitos y cinco
panecillos… lo da… y con ello nos dice: "¡Si cada uno de ustedes hace como
yo, si todo el mundo hiciera como yo, todo el mundo satisfaría su hambre y hasta
quedarían doce canastos!"
Este relato
de Jesús que alimenta una muchedumbre hambrienta puede ser interpretado de
muchas maneras; nos puede transmitir muchos mensajes. Personalmente, pienso que
contiene sobre todo una enseñanza de profunda humanidad.
Una persona,
para mantener su dignidad, necesita una cierta seguridad económica y poder
satisfacer sus necesidades fundamentales. El individuo pierde su humanidad y
deriva hacia la decadencia cuando se hunde en una pobreza demasiado grande, una
pobreza que se convierte en miseria, emergencia, falta de cosas esenciales (incapacidad
e imposibilidad de proveer las necesidades básicas de la existencia: acceso a
una alimentación suficiente, al agua potable, a un abrigo conveniente, a
cuidados médicos indispensables, a medicamentos necesarios, etc.). La falta de
cosas esenciales lleva al hombre a perder la conciencia de su decencia, su
respetabilidad, su dignidad, su valor… La falta, cuando es extrema, lleva al
individuo a pensar que no es nada, que no vale nada, porque no tiene nada. En
otras palabras, la pobreza, cuando se convierte en indigencia excesiva y
miseria, abre la puerta a la decadencia física y psicológica la de la persona.
El hambre, cuando es crónica, constante, permanente, no ataca sólo la salud y
la vida del cuerpo, sino que estrangula y apaga sobre todo la vida del espíritu
en el hombre. La falta de pan atrofia lo que el hombre tiene más precioso: la
vitalidad de su alma.
Jesús había
comprendido que la persona para mantener su dignidad y autoestima necesita una
cierta calidad de vida y un mínimo de bienestar material, porque, sin eso,
corre el riesgo, no sólo de perder su salud y su vida, sino sobre todo de
perder su humanidad.
Jesús había
comprendido que el camino que podía conducir al hombre a tomar conciencia de su
grandeza, su belleza y el maravilloso destino que nos espera como hijos de
Dios, pasaba por satisfacer sus necesidades básicas.
Jesús había
comprendido que, sobre esta tierra, el hombre no es diferente de no importa qué
flor o planta: su vida, su crecimiento y su desarrollo depende del alimento que
sus raíces logren absorber y de la fertilidad del suelo en el que han echado
raíces. Y que es insensato esperar que el rosal deslumbre con sus flores o que
el manzano desborde de frutos, si el agricultor no los alimentó. Jesús había
comprendido que gran parte de la felicidad del hombre depende de un estómago
satisfecho y de lo que tiene en su despensa o frigorífico.
Jesús había
comprendido que es inútil, ridículo, estúpido, blasfemo, hablar de Dios a
alguien que tiene el estómago vacío o que se muere de hambre; que para los
humanos tal como somos, la seguridad del pan cotidiano es más importante que la
fe en Dios; y el amor al pan más importante que el amor a Dios.
Jesús había
comprendido que el hombre es refractario a los valores del espíritu e
impermeable a toda palabra sobre Dios, hasta que y durante todo el tiempo que
todas sus energías estén acaparadas por la urgencia de la supervivencia física
y por la necesidad de encontrar algo que meter en su estómago; hasta que no ha
adquirido una cierta serenidad interior que le viene de vivir como ser humano y
no como una bestia hambrienta.
De ahí por
qué Jesús, que se dio como misión hacer descubrir a los hombres el amor de un
Dios que es Padre e invitarlos a acercarse con más confianza en El, estuvo en
primer lugar preocupado por el pan. El sabe que los hombres jamás tendrán
hambre de Dios, mientras estén angustiados por buscar el pan. Sabe que jamás
los hombres podrán acercarse a Dios, si piensan que Dios se ha alejado de ellos
y los ha abandonado, puesto que les niega el pan de cada día. De ahí por qué,
en la oración que enseñó a sus discípulos (el Padre nuestro), Jesús nos invita
a suplicar a Dios que nunca nos niegue el pan de cada día. Nos exhorta a implorar
a Dios para asegurar a todos el pan cotidiano; porque sólo así podremos vivir
como verdaderos hijos de Dios y considerarlo como un verdadero Padre.
Bruno Mori
Traducción: Ernesto Baquer
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