vendredi 30 décembre 2016

«DENLES USTEDES DE COMER» - Mt.14,13-21

EL SENTIDO DE LA MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES

 18° dom to  A


Original francés: http://brunomori39.blogspot.com.uy/2015/08/le-sens-du-signe-de-la-multiplication.html.

El evangelio del domingo pasado nos había puesto en contacto con la humanísima actitud de Jesús que se dio cuenta de la fatiga y el stress de sus amigos y los invita a detenerse y a descansar para rehacer sus fuerzas. Hoy nos presenta otro aspecto relativo a la personalidad del Maestro. La gente que lo sigue y lo rodea (una muchedumbre de 5000 hombres sin contar las mujeres ni los niños: Mt 14,21), no sólo están fatigados y agotados como los del domingo pasado, además tienen hambre y no llevan alimentos. ¿Qué se puede hacer ante la necesidad de la gente? Jesús habría podido adoptar la actitud fatalista y algo cínica de sus discípulos. La de lavarse las manos. ¡Es coa de ellos! ¡Que hubieran sido más previsores! Siempre pueden ir a comprar comida a la rotisería o la tienda del pueblo vecino. ¡No tenemos nada que ver! ¡Que podemos hacer para alimentar a tanta gente!

Es la actitud de los que se resignan a aceptar la miseria como algo inevitable. Frecuentemente nuestra actitud. ¿Qué podemos hacer si en el mundo hay 800 millones de personas, una de cada 9, que en este momento sufren hambre o desnutrición? ¡500.000 mujeres africanas mueren cada año en el parto, porque su cuerpo debilitado por la falta de alimentos no resiste la menor infección! ¡24.000 personas mueren cada día de hambre en el mundo, una cada cuatro segundos; un niño muere de hambre y desnutrición cada cinco segundos! Es una calamidad, pero ¿qué podemos hacer ante semejante tragedia? ¡No es nuestro problema!  Aunque quisiéramos, no podemos hacer nada¡¡Nuestros medios! Tu habla, estás de broma, ¡comparando con las necesidades! ¿Qué quiere que hagamos con nuestro pequeño presupuesto, con nuestros escasos recursos, con dos pescaditos y cinco panecillos, cuando tenemos millones de personas que alimentar?

Pero Jesús parece hacerse el sordo a las razones de nuestro sentido común… y a pesar de lo enorme y casi imposible  tarea, Jesús nos abofetea la cara con una orden que nos parece absurda: "¡Denles ustedes de comer!" Quiere con ello hacernos entender que, ante la urgencia, nadie tiene el derecho a bajar los brazos ni a descargar nuestra responsabilidad sobre otros (los gobiernos, la ayuda internacional, la FAO, Oxfam, Unicef, Unesco, Desarrollo y Paz…). Quiere hacernos entender que la vida, la salud, el bienestar de las personas, no pueden esperar, no admiten más demora, y que ante seres que mueren de hambre, todas nuestras evasivas y dudas son criminales. El mismo nos da el ejemplo. Ante la urgencia y la necesidad, Jesús no pierde tiempo en discursos, análisis, mesas redondas, comités y reuniones de expertos para preparar un estudio exhaustivo del problema a fin de reflexionar sobre la oportunidad de iniciar gestiones para considerar un proyecto de solución al problema… Actúa en seguida… toma lo que tiene a mano, no es gran cosa, casi nada…  sólo dos pececitos y cinco panecillos… lo da… y con ello nos dice: "¡Si cada uno de ustedes hace como yo, si todo el mundo hiciera como yo, todo el mundo satisfaría su hambre y hasta quedarían doce canastos!"
Este relato de Jesús que alimenta una muchedumbre hambrienta puede ser interpretado de muchas maneras; nos puede transmitir muchos mensajes. Personalmente, pienso que contiene sobre todo una enseñanza de profunda humanidad.

Una persona, para mantener su dignidad, necesita una cierta seguridad económica y poder satisfacer sus necesidades fundamentales. El individuo pierde su humanidad y deriva hacia la decadencia cuando se hunde en una pobreza demasiado grande, una pobreza que se convierte en miseria, emergencia, falta de cosas esenciales (incapacidad e imposibilidad de proveer las necesidades básicas de la existencia: acceso a una alimentación suficiente, al agua potable, a un abrigo conveniente, a cuidados médicos indispensables, a medicamentos necesarios, etc.). La falta de cosas esenciales lleva al hombre a perder la conciencia de su decencia, su respetabilidad, su dignidad, su valor… La falta, cuando es extrema, lleva al individuo a pensar que no es nada, que no vale nada, porque no tiene nada. En otras palabras, la pobreza, cuando se convierte en indigencia excesiva y miseria, abre la puerta a la decadencia física y psicológica la de la persona. El hambre, cuando es crónica, constante, permanente, no ataca sólo la salud y la vida del cuerpo, sino que estrangula y apaga sobre todo la vida del espíritu en el hombre. La falta de pan atrofia lo que el hombre tiene más precioso: la vitalidad de su alma.

Jesús había comprendido que la persona para mantener su dignidad y autoestima necesita una cierta calidad de vida y un mínimo de bienestar material, porque, sin eso, corre el riesgo, no sólo de perder su salud y su vida, sino sobre todo de perder su humanidad.
Jesús había comprendido que el camino que podía conducir al hombre a tomar conciencia de su grandeza, su belleza y el maravilloso destino que nos espera como hijos de Dios, pasaba por satisfacer sus necesidades básicas.

Jesús había comprendido que, sobre esta tierra, el hombre no es diferente de no importa qué flor o planta: su vida, su crecimiento y su desarrollo depende del alimento que sus raíces logren absorber y de la fertilidad del suelo en el que han echado raíces. Y que es insensato esperar que el rosal deslumbre con sus flores o que el manzano desborde de frutos, si el agricultor no los alimentó. Jesús había comprendido que gran parte de la felicidad del hombre depende de un estómago satisfecho y de lo que tiene en su despensa o frigorífico.
Jesús había comprendido que es inútil, ridículo, estúpido, blasfemo, hablar de Dios a alguien que tiene el estómago vacío o que se muere de hambre; que para los humanos tal como somos, la seguridad del pan cotidiano es más importante que la fe en Dios; y el amor al pan más importante que el amor a Dios.

Jesús había comprendido que el hombre es refractario a los valores del espíritu e impermeable a toda palabra sobre Dios, hasta que y durante todo el tiempo que todas sus energías estén acaparadas por la urgencia de la supervivencia física y por la necesidad de encontrar algo que meter en su estómago; hasta que no ha adquirido una cierta serenidad interior que le viene de vivir como ser humano y no como una bestia hambrienta.

De ahí por qué Jesús, que se dio como misión hacer descubrir a los hombres el amor de un Dios que es Padre e invitarlos a acercarse con más confianza en El, estuvo en primer lugar preocupado por el pan. El sabe que los hombres jamás tendrán hambre de Dios, mientras estén angustiados por buscar el pan. Sabe que jamás los hombres podrán acercarse a Dios, si piensan que Dios se ha alejado de ellos y los ha abandonado, puesto que les niega el pan de cada día. De ahí por qué, en la oración que enseñó a sus discípulos (el Padre nuestro), Jesús nos invita a suplicar a Dios que nunca nos niegue el pan de cada día. Nos exhorta a implorar a Dios para asegurar a todos el pan cotidiano; porque sólo así podremos vivir como verdaderos hijos de Dios y considerarlo como un verdadero Padre.

Bruno Mori
Traducción: Ernesto Baquer 



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