vendredi 30 décembre 2016

LA PARÁBOLA DEL TRIGO Y LA CIZAÑA... Mt.13,24-30

  ......o el  elogio de la imperfección

16°  dom  to  A


En el evangelio de Mateo la parábola de la cizaña sigue inmediatamente a la parábola del sembrador. Esta insistía sobre la calidad del terreno, más o menos favorable a una buena cosecha; la parábola de hoy da paso a un enemigo que siembra por la noche en medio del trigo una mala hierba que puede ahogarlo. Mientras era bien difícil cambiar la naturaleza del terreno, aquí se ve posible intervenir en el campo para extirpar la mala hierba. Pero la historia cuenta la oposición del propietario del campo; al arrancar la cizaña corremos el peligro de arrancar también el trigo; la selección se hará al cosechar.
Traducimos: le toca a Dios y a nadie más ocuparse del mal. Mientras, el bien y el mal deben permanecer juntos. Así pasa en el Universo, en la naturaleza y en la vida del hombre. En nuestro mundo, no hay ninguna criatura perfecta. Todo es una mezcla de caos y armonía, orden y desorden, oscuridad y luz, cualidad y defecto, éxito y fracaso, construcción y destrucción, bien y mal. Así funciona el mundo, así prosigue la evolución del universo. La oscuridad hace resaltar la luz, el mal es necesario para que surja el bien. Con frecuencia lo que parece ser una deficiencia, una carencia, es el comienzo de un cambio positivo. Un gen defectuoso en la secuencia del ADN puede estar en el origen de una mutación importante que produce un perfeccionamiento inesperado que da un salto adelante en la evolución de la especie. Hay que aceptar los límites, los defectos, las imperfecciones. Hay que aceptar que no todo sea siempre perfecto y que existan manchas, tachaduras, faltas, mal, sufrimiento.

Miremos a Jesús, preferentemente se reunía y pasó la mayor parte de su vida y lo mejor de su tiempo, con los débiles, los imperfectos, los delincuentes, los mal vistos, los marginales, las malas hierbas. Y tuvo más satisfacciones, gratificaciones y felicidad con aquellos y aquellas considerados "pecadores", que no eran "perfectos" ni  "puros". El elitismo nunca fue una de sus prioridades. Jesús enseñó que Dios no prefiere unos humanos a otros. Sabe de qué barro estamos hechos y nos toma tal como somos. Hace brillar su sol sobre buenos y malos; llover sobre justos y delincuentes. Para él todos somos iguales, todos tenemos el mismo valor: seamos hijos ejemplares y obedientes o hijos difíciles, traviesos y rebeldes.

Jesús nos dice que tenemos que aprender de Dios. Es grande la tentación de querer construir una sociedad de puros, perfectos y conformes con pertenecer a una raza, una religión, una ideología, un partido político, una casta, y querer eliminar a todos los demás. Así nacieron los crímenes más grandes y los más espantosos genocidios de la historia humana: las cruzadas, la inquisición, la caza de brujas, las guerras de religión, las depuraciones étnicas, la Shoah, las persecuciones actuales a los cristianos por parte de integristas musulmanes en Somalía, Siria, Egipto, Nigeria…

Miremos a nuestra Iglesia católica: todavía hoy, muchos sólo quieren ser una comunidad de puros, un campo sin cizaña. Durante siglos pensaron y continúan pensando que su campo no contiene y no debe contener más que trigo; que fuera de este campo sólo crece cizaña; que sólo sus fieles son los felices herederos de la salvación de Dios y que fuera de ella sólo hay tinieblas, error, mal y perdición.
Todavía hoy en nuestra Iglesia se continúa dejando fuera a los sacerdotes casados; reduciendo al silencio y prohibiendo a los teólogos disidentes y contestatarios; excomulgando a las mujeres que abortan; excluyendo de los sacramentos y de  la comunión a las parejas cristianas divorciadas y vueltas a casar (consideradas como pecadores públicos que viven en concubinato y obstinados en el pecado); satanizando, denigrando y apartando a los homosexuales considerados como corruptores y perversos… Con su actitud, ¿no será que la Iglesia, en contradicción con este texto evangélico, pretende extirpar rápidamente la cizaña para cultivar sólo un campo de granos puros y no contaminados?

Hemos de aceptar esta mezcla de bien y mal en las personas que nos rodean. Por ejemplo, los padres no pueden exasperar y descorazonar a sus hijos con exigencias excesivas de rendimientos y perfección. Corren el peligro de crear o perfeccionistas desgraciados y frustrados que en la vida no podrán ser excelentes en todo, o ambiciosos tiránicos y antipáticos que querrán, a cualquier precio, ser superiores y dominar a los demás, dispuestos a explotarlos, pisarlos y despreciarlos. La sabiduría y el sentido común deberían enseñarnos que el bien y el mal no se separan nunca, de forma que el primero esté a un lado y el segundo al otro. Lo bueno y lo malo, lo puro y lo impuro, la excelencia y la mediocridad, los defectos y las cualidades, el fracaso y el éxito… son una mezcla esencial e indisoluble que forma parte de la naturaleza profunda de los seres.

Comprender eso, es dar un paso gigantesco hacia la aceptación de las diferencias y la consideración de los "pecadores" que deben ser aceptados no sólo a pesar, sino a causa de sus "pecados". Porque, con frecuencia, son justamente sus debilidades, errores y faltas las que los hacen humanamente interesantes, más cercanos a nosotros y más fáciles de amar. Para mí, que soy humano, encuentro que me es mucho más fácil sentirme cercano del que se equivoca, se cae y rompe, que el que nunca comete errores, vive una vida ejemplar, sin nunca romper nada. Me es mucho más fácil amar a un pequeño que a un grande, un débil que un poderoso; me siento más propicio a inclinarme por el que se arrastra por tierra que por el atleta siempre bien plantado sobre sus piernas y que busca deslumbrarme con el brillo de sus proezas y sus medallas.

Me siento más traído por el vicio que por la virtud; por el pecador que por el santo; por el hombre que por el ángel; más por Sharon Stone que por sor Faustina Kowalska. Amo al que es humilde, simple, "defectuoso", más que al que se infla con sus diplomas, sus competencias, su santidad y sus revelaciones. Amo más a Jesús-hombre que a Jesús-Dios. Jesús hombre es humano, débil, vulnerable. Está del lado de los y las que hacen el "mal". Es de mi raza. Me es cercano. Me pertenece. Puedo seguirlo. Me es compatible. Puedo descargar en mí el contenido de su espíritu. Puedo asimilarlo en mi vida. Puedo calcar mi vida sobre la suya. Jesús-Dios al contrario viene de otro mundo. Es un "alien". No tengo nada en común con él. No es de mi raza. Es un impostor. Es un ser divino que finge ser humano. Es un engaño. Me es incompatible. Es inalcanzable. No me afecta. Me propone cosas imposibles. No me interesa. No puedo amarlo. No puedo seguirlo. Jamás será mi "salvador".

Este evangelio quiere suscitar en nosotros los cristianos, la actitud de tolerancia, el respeto de la diversidad, la benevolencia, aceptar el mal, no para aprobarlo o justificarlo, sino para comprenderlo, relativizarlo y desdramatizarlo. Este texto se enfoca sobre todo a hacernos comprender la necesidad de ser la buena semilla, el grano bueno que debe compensar y balancear la presencia de la cizaña en el campo del mundo, para que éste pueda igual progresar, impulsado por las fuerzas mayoritarias de la luz, la bondad y el amor.

Bruno Mori

Traducción: Ernesto Baquer 

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