27o dom to C
Luca en el texto de su
Evangelio presenta a los discípulos de Jesús como hombres que de repente se dan
cuenta de su falta de fe y por lo tanto su incapacidad para comprometerse
plenamente siguiendo al Maestro de Nazaret. Así que le pidieron a Jesús
aumentar su fe. ¿Por qué pedir a Jesús aumentar su fe, y no, por ejemplo,
aumentar su desprendimiento de los bienes materiales, su sacrificio, su coraje,
su determinación, su compromiso con la realización del Proyecto de Renovación
del Maestro, con la inteligencia de su palabra y con la enseñanza, etc.?
Probablemente porque, formados en la escuela de Jesús, la palabra
"fe" estaba cargada de un valor y un significado para ellos
fundamental, que luego se perdió. Jesús parece darles la razón cuando dijo que,
efectivamente, su fe no alcanza ni siquiera el mínimo; y que si tuvieran un
poco más, como una pequeña semilla de mostaza, podrían lograr lo imposible,
hacer maravillas, milagros, como arrancar un árbol de morera con una orden
simple y plantarla en alta mar. Un mínimo de fe, Jesús les dijo, cuando es
auténtico, es suficiente para poner a disposición del discípulo el poder de
Dios.
¿De qué fe habla Jesús para
que sea tan poderosa?
Ciertamente no es la clase de fe que nos
transmitieron en la catequesis; o la fe comúnmente requerida por el magisterio
oficial de la Iglesia cuando nos pide a los fieles ser creyentes. Esta fe es
una actitud intelectual que impulsa al creyente a aceptar como verdaderas las
afirmaciones doctrinales elaboradas por estudiosos de la religión. Son por lo
general proposiciones categóricas y abstractas acerca de la naturaleza de Dios,
Jesucristo, la Virgen María, el más allá, los sacramentos, la función de la
Iglesia y el Papa, etc. Así, creer se convierte en sinónimo de conformidad con
una cierta visión del mundo y de la propia realidad de la Iglesia Católica. Así
creer se convierte en el equivalente de pertenecer a una determinada forma de
pensar e imaginar a Dios y su relación con el mundo de los hombres. Esta manera
de hablar de Dios y contar la historia de sus relaciones con el mundo de los
hombres, que la iglesia usa hoy en día, es tanto más difícil de aceptar para la
mentalidad moderna cuanto se basa en un diseño arcaico y primitivo de la
divinidad donde el mito, la leyenda, la narración, la imaginación, el
antropomorfismo, tienen un papel importante, si no exclusivo. De ello se
desprende que la cuota de esa clase de fe se convierte en un asunto cada vez
más difícil, si no imposible para la gente de la modernidad.
Para los creyentes
católicos que todavía se las arreglan para mantener la fe, ésta se reduce en
última instancia a considerar como verdad todo lo que la Iglesia enseña, aunque
a menudo vaya en contra del sentido común; aunque hiera nuestro espíritu
crítico y nuestra racionalidad; aunque muchas afirmaciones dogmáticas sean
claramente insensatas e inadmisibles.
Algunos
ejemplos:
- Creer en Dios y sus ángeles que viven allá en lo
alto del cielo, aunque sabemos que allá arriba no hay un Dios escondido detrás
de las galaxias mirando hacia abajo;
- Creer que Dios vino a la tierra encarnado en un
hombre que históricamente existió;
-
Creer que una mujer dio a luz a un niño con el esperma de Dios;
-
Creer que Jesús de Nazaret después de su muerte, salió vivo de la tumba con su
cuerpo;
-
Creer que su madre fue transportada al cielo en cuerpo y alma;
- Creer
en poder mágico de los ritos sacramentales de la Iglesia Católica;
-
Creer que en la misa el pan se trasforma milagrosamente en el cuerpo físico de
Jesús.
-
Creer que las mujeres, por voluntad divina, están fundamentalmente incapaces de
poder y de autoridad para dirigir una comunidad cristiana; y que esto, por
voluntad divina, es solo una tarea masculina;
-
Creer que el Papa es infalible;
-
Creer que Dios interviene con milagros para permitir la canonización de los
santos …..
Parece que la iglesia en su
enseñanza anima a los cristianos a pensar que la mayor prueba que Dios les pide
en su vida es que crean en su existencia. Sin embargo, es una existencia que
oculta deliberadamente para poner a prueba nuestra fe. Como si Dios se
complaciera en jugar al escondite con los seres humanos, para complicarles la
existencia.
Muchos católicos devotos y piadosos no se
sorprenden de esta dificultad moderna de creer las afirmaciones dogmáticas de
la Iglesia. Piensan que el mérito de la fe consiste en el hecho mismo de su
dificultad y en la violencia con que forzamos a nuestra inteligencia para que
acceda aceptar las declaraciones que, sin embargo, paralizan. Durante su
historia, la espiritualidad católica, para hacer más aceptable a la
inteligencia creyente la digestión de dogmas particularmente indigestos,
inventó el principio de "mérito de la fe" que puede explicitar así:
cuanto más difícil de creer es una afirmación dogmática, más mérito tiene el
creyente ante Dios. Que podría caricaturizarse así: cuanto más absurdo, mejor
para tu salvación. Como si, en el camino que debe conducirnos a Dios, que nos
creó inteligentes, se divirtiera en negar nuestra inteligencia, justo para
hacernos el camino más difícil.
Esta fe, que yo llamaría
"eclesial" o "catequética" es en última instancia un
ejercicio mental de adhesión a los datos propuestos y mandados por la
institución religiosa. El propósito de esta fe no es tanto afectar o cambiar
(para mejor) a la persona, sino sobre todo conseguir la homogeneidad doctrinal
dentro de la institución religiosa. Es más afín a la ideología que a la fe, tal
como Jesús la describe en su evangelio. Desde un punto de vista humano, esta fe
institucional y "eclesiástica" es casi estéril. No cambia, ni crece
interiormente al creyente. Lo único que consigue es impulsar a los fieles a
someterse a los órganos religiosos y producir reglas, prácticas, culto y ritos.
Prácticamente no tiene impacto en la vida de las personas y de la sociedad. No
ayuda a mejorar el mundo y la humanidad. No construye el "Reino de
Dios" como quería el profeta de Nazaret; está sólo para conservar la
estructura religiosa, o quizás para producir el fruto amargo de la culpa, el
dogmatismo, el fanatismo y la intolerancia.
Jesús sabía lo que quería
decir cuando dijo que, si el discípulo tenía sólo una pequeña semilla de la
verdadera fe, realizaría maravillas en sí mismo y a su alrededor. Vio la clase
de fe que animaba a los representantes de la religión oficial de su tiempo y no
cesaba de criticarlos. Les decía a los sacerdotes, escribas, fariseos y a los
grandes practicantes religiosos: "Vuestra fe, vuestra religión es una
bobada. Pura fachada. Ustedes son peores que los demás. Son funcionarios
sagrados y sagrados funcionarios que utilizan la religión para su beneficio;
para ponerse por encima de los demás, para explotar a los demás, para oprimir a
los demás. Son hipócritas, sepulcros blanqueados. Creen que son creyentes, pero
no tienen un ápice de fe. Ni siquiera saben lo que significa ser personas
animadas por la fe ".
La fe es una actitud del
corazón. Es otra palabra para el amor. Surge de la adhesión que uno siente por
alguien (Dios), que entró en su vida y por quien uno está dispuesto a perderse,
a olvidarse, a dejarlo todo, para entregarse mejor y para poder encontrar más
fácilmente el camino a su corazón. La fe es confiar en sus sentimientos hacia
la persona que amas porque sabes que te ama hasta el punto de que todo lo que
se compromete será sólo para su bien y su felicidad. Entonces uno está listo
para entregarse a la fe sin vacilación, sin límites. La fe es el ramo que se
forma en la vida cuando uno es capaz de armar las flores de confianza,
admiración, maravilla y amor. Esta fe, hecha de confianza y abandono, es ahora
una profunda certeza de que esta persona es esencial para mi felicidad y el
éxito en mi vida. La fe de que Jesús habla es este evento íntimo, resultado de
un encuentro que trastoca y cambia la vida. No hay fe si no hay conmoción y
transformación.
Esto es lo que muchas personas han experimentado
en contacto con Jesús: una vida nueva, una nueva fuerza, nueva energía,
curación interior, una nueva libertad, la confianza absoluta en un amor que de
repente suprimió de su vida toda angustia y todo miedo, estableciendo gran paz
y confianza inquebrantable. Este tipo de fe-confianza no es una abstracción
intelectual, una afirmación doctrinal o dogmática a recordar, sino un
acontecimiento en el corazón de la persona, un fenómeno interno de increíble
fuerza que conmueve las entrañas y vuelca y transforma colmando la existencia.
Cuando Jesús habla de la fe, es de este fenómeno que habla: el encuentro de dos
amores: Jesús y su discípulo; Dios y el hombre.
Así
que si tú cristiano, sabes que estás en el amor de Dios y que Dios está en el
tuyo; si sabes que estás en el corazón de Jesús y Jesús está en tu corazón; si
sus amores se fusionan, sus espíritus también se unen e identifican. Y si
posees este tipo de fe, entonces comenzarás a sentir, a pensar, a actuar, a
reaccionar de una manera totalmente diferente. Asumirás el estilo y el modo de
vida de tus amores: actuarás como Dios, derramarás a tu alrededor "el buen
olor de Cristo." Por tu fe, y debido a esta fe, te convertirás en luz,
levadura, sal, agente de renovación, de cambio, de curación, fuente de alegría,
paz y felicidad, bendito instrumento de Dios para la construcción de un mundo
mejor.
Miro a mi alrededor y pienso
que algo está mal. ¿Cuántos cristianos, cuántos católicos, cuántas
instituciones cristianas, cuántos creyentes realmente tienen esa clase de fe de
que habla Jesús en los Evangelios? Nosotros, cristianos practicantes,
sacerdotes y religiosos, obispos, cardenales, el Papa, ¿tenemos fe? ¿No tenemos
más bien una dependencia hacia tradiciones anticuadas, creencias raras, dogmas
incomprensibles que nos obstinamos en conservar tal cuales, a defender contra
todo, a proclamarlas como verdades reveladas por Dios? ¿No estamos haciendo
esto en la Eucaristía todos los domingos cuando decimos rápidamente y de
memoria ese largo y complicado "¿Credo», pensando que contiene la expresión
auténtica de la fe, cuando está amañado y es sólo un triste testimonio de
argucias teológicas obsoletas y estériles?
Miro a mi alrededor y
siempre veo una iglesia adherida a sus privilegios, que rodea y corteja los
poderes de los grandes de este mundo; que sigue defendiendo sin concesiones su
condición de única y verdadera religión que posee en exclusiva la verdad y la
revelación de Dios.
Me vuelvo hacia el Evangelio y releo estas
páginas: "Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, Dios será tu
riqueza, y luego sígueme" (Lucas 18,22). "Las zorras tienen
madrigueras y las aves tienen nidos, pero este hombre no tiene donde reclinar
la cabeza" (Lucas 9:58). "No se preocupen por lo que van a comer; ni
por vuestro cuerpo pensando cómo se van a vestir" (Luc12, 22) "Los
reyes de las naciones dominan y los que ejercen el poder son llamados
bienhechores. Pero ustedes huyan de esto. Al contrario, que el mayor de ustedes
se haga igual al más pequeño. Y el que mande se considere el servidor de todos
"(Lucas 22,25-26).
Pobres, libres, sin
seguridad material, sin poder, confiando en el amor de Dios que nos anima, así
son los discípulos de Jesús de Nazaret. Sólo poseen su fe aquellos y aquellas
que se adhieren a este estilo evangélico de vida. Sin fe, los discípulos serían
"servidores inútiles" porque sin ella nada realmente se puede cambiar
ni en su vida ni en el mundo.
Bruno Mori
( Traducción : Ernesto Baquer)
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