31o dom to C
Lucas es el evangelista del amor, el perdón y la
misericordia de Dios garantizada siempre
a los que han hecho el mal. La historia de Zaqueo quiere ser una
ilustración.
El nombre Zaqueo significa «puro, justo». ¡Todo un
apelativo para un hombre, un sinvergüenza de gran calibre! De hecho, es el jefe
de los recaudadores de impuestos al servicio de los ocupantes romanos. Los
romanos no fijaban impuestos individuales, sino sólo la cantidad total que
querían sacar de una región. Y arrendaban el cobro de los impuestos. No se
preocupan de los medios utilizados para reunir el dinero. Es fácil imaginar las
consecuencias: los recaudadores, generalmente codiciosos y sin escrúpulos, se
llenaban sus bolsillos, sin dudar en recurrir a las amenazas y la extorsión.
Zaqueo también reconoce implícitamente que tomaba más de cuatro veces la tasa
normal. Por estas razones sus compatriotas judíos los consideraban traidores,
renegados vendidos a los romanos y un ladrón. Por su trabajo, en contacto con
los romanos y por su práctica fraudulenta, Zaqueo estaba lejos de ser puro y
justo. Era considerado un pecador público que todo el mundo tenía que huir y
evitar. Zaqueo, que con su dinero podría tenerlo todo, de hecho, carecía de
todo lo que es realmente importante en la vida: la autoestima, el respeto, la
reputación, la amistad, el amor ....
Zaqueo vivía en Jericó, una ciudad en medio de un
valle que Jesús estaba a punto de cruzar en su viaje a Jerusalén. Zaqueo, dice
el evangelista Lucas, «trató de ver a Jesús». No era sólo curiosidad, como
cuando tratamos de ver una vedette o conseguir un autógrafo. Era más que eso.
Zaqueo quería saber «quién era Jesús. » ¡Quería darse cuenta «de primera
mano» lo que este hombre podía esconder en su interior para liberar tanta
gracia, tal atracción, para ejercer tal fascinación, tal ascendiente sobre el
pueblo, para hacer tales discursos y para enseñar tal doctrina ... ese Jesús
que tenía todo el aire de un vagabundo y un indigente!
Zaqueo sentía crecer, sobre todo, una secreta e
inmensa admiración por este hombre extraordinario y, quizás también, un gran
deseo, un profundo anhelo, de alguna manera, de parecerse a él. Y para ver y
conocer a Jesús, estaba dispuesto a todo, incluso al ridículo, como el
encaramarse como un niño en lo alto de un sicomoro. Y aquí es donde, al pasar,
Jesús lo descubre: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy quiero entra en tu casa..!»
¿No es asombroso que Jesús se invite a la casa de un hombre de quien todo el
mundo huía? ¿No hay un mensaje para nosotros en la actitud de Jesús que se
acerca a una persona, de la que todos se alejaban? ¿No querrá mostrarnos el
Evangelio que hay otra lógica diferente de la de los hombres, que es la lógica
de Dios?
Esta actitud de Jesús hacia Zaqueo toca lo más
profundo de nosotros, ya que nos afecta. Porque en nuestra sociedad no faltan
personas que ven primera y únicamente el delito, que confunden la persona y el
acto cometido. A menudo oímos: « Ese es un ladrón, un sinvergüenza, un
corrupto, una persona sin escrúpulos, un violador, un violento... etc. Como en
la historia de Zaqueo: «Al ver esto, todos murmuraban: ¡Se fue a alojar en la
casa de un pecador!». «¡Lo que hay que ver!». Pero no es obviamente la misma
visión de Jesús. Jesús no acepta encerrar a ningún hombre en sus acciones
pasadas, clasificarlo en una categoría definitiva, marcarlo para siempre con el
sello de la culpabilidad. Al quedarse en casa de Zaqueo, Jesús dice en voz
alta, no con palabras sino con hechos: todo hombre vale más que la suma de sus
acciones, cualesquiera sean, el hombre es capaz de cambiar; todo hombre merece
una segunda oportunidad ...
Zaqueo, pues, recibe a Jesús con alegría, dice
Lucas, y el asunto podrían haber terminado ahí. Este inesperado encuentro con
Jesús podría haberse quedado en un simple encuentro, que con el tiempo se
convertiría en un hermoso recuerdo. Zaqueo era libre para recibir a Jesús con
mucha educación, como huésped distinguido, sin comprometerse en profundidad,
sin cambiar nada en su vida. Pero también era libre de hacer cualquier otra
cosa; de captar la propuesta de Jesús para hacer de ese día el día de la
salvación para él. De hecho, Zaqueo transformará la reunión con Jesús en un
acontecimiento de amor que le dará una dirección totalmente diferente a su
vida, «Zaqueo dijo al Señor: mira, Señor, doy a los pobres la mitad de mis
bienes, y si he perjudicado a alguien, le voy a devolver cuatro veces más».
Entonces Jesús anunció: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque
también él, a pesar de sus robos, sus delitos, sus errores y pecados es un hijo
de Abraham, es decir, un hijo de Dios."
Zaqueo, como el buen ladrón, como el publicano en
el templo es «justificado», es decir, ahora se encuentra su lugar justo ante
Dios, porque abrió los ojos, asumió la verdad sobre sí mismo. Reconoció que su
felicidad viene de otro lugar y no de las cosas y los bienes que posee. Al
contacto con Jesús, Zaqueo entiende que, si un hombre vive sólo para sí mismo,
sin abrirse al amor de Dios y de los demás, está perdido. Porque vivirá su vida
sin conocer la verdadera felicidad; encerrado en la tristeza del egoísmo y la
insignificancia de una existencia sin rumbo y sin valor.
Este evangelio nos quiere hacer comprender que a
veces hay que pasar por el remordimiento de la culpabilidad para desear un
perdón; que a veces hay que tocar el fondo oscuro de la transgresión y el
pecado, y quizás también de una cierta degradación humana, para que nazca en
nosotros el deseo de ver el cielo; haber experimentado la humillación de la
caída, para que surja el deseo de levantarnos; experimentar la sensación de
estar perdido para gritar socorro y desear una mano extendida que nos salve;
quedar asqueado de la fealdad del mal, para que nazca la atracción por la
inocencia y el amor a la belleza; haber sido esclavos de innumerables amos,
para que surja en nosotros el deseo de «ver» a nuestro verdadero Señor.
Este estado de culpa, de pecado, de falta, de
«injusticia» en el que la vida a menudo nos encierra, constituye a veces la
condición que permite descubrir, con sorpresa, que el Señor siempre nos tenía a
la vista; que nos miró durante mucho tiempo; que nunca nos había abandonado
incluso en la soledad de nuestro extravío, que siempre había estado con
nosotros, esperando la oportunidad de tener un lugar dentro de nuestra casa.
Este Evangelio no quiere justificar la falta, la
transgresión y el pecado, pero quiere hacernos entender que el pecador, por
detestable que sea a los ojos humanos, nunca lo es a los ojos de Dios y que quizá
Dios prefiere estar con él.
Bruno Mori (traducción: Ernesto Baquer)
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