jeudi 1 décembre 2016

LOS HIJOS QUE SUEÑAN CON DEJAR LA CASA PATERNA - Lc. 15, 11-32

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¿Por qué el hijo menor deja la casa de su padre? Ciertamente, no por falta de bienes materiales ni de confort. La queja que el hijo mayor después dirige a su padre (Te serví durante años, nunca desobedecí uno de tus pedidos y nunca me has dado un cabrito para celebrar con mis amigos) nos sugiere que la vida en la casa del padre se caracterizó por el servicio, la obediencia y la sobriedad. El hijo más joven está cansado de servir, obedecer, y una vida austera. Quiere vivir a su manera, sin estrés y en total libertad; quiere saborear la vida y disfrutar de todo tipo de experiencias. Él cree que para ser verdaderamente feliz y puedan desarrollar su pleno potencial y cumplir sus sueños y aspiraciones, que debe abandonar la casa en la que se siente sofocado.

 Y un día se decide. Se presentó ante su padre y le pidió a su parte de la herencia. Y el padre repartió los bienes entre sus dos hilos. Se los da inmediatamente al hijo que le pide como al que que no. Lo que nos llama desde el principio de esta historia es la extraordinaria condescendencia de este padre. Ningún intento de amarrar a su hijo. Esta es una indicación del gran amor y respeto que tiene para él. “¿Crees que puedes ser más feliz en otro lugar? ¡Muy bien! Vete, no te voy a obligar a que te quedes conmigo; Si no quieres más de mí, o mi compañía te limita, te irrita o te indispone, ¡vete a buscar en otra parte!”. Amor, afecto, dedicación, lealtad, no se ordenan ... puedes hacer lo que quieras con tu vida ... con vuestra vida. Les doy dinero ... Los hago independientes ... ahora son libres de quedarse o de irse, porque quiero que vuestra vida conmigo sea el resultado de una decisión libre de vuestra parte. El hijo más joven se va y el hijo mayor se queda. Uno y otro en la búsqueda de la felicidad: uno, lejos del padre, el otro en la casa de su padre, pero uno y otro excluyen por completo la presencia del padre en la realización de su felicidad.

La parábola a continuación nos describe las diferentes etapas de la aventura del hijo más joven en un país lejano. Después de haber invertido todo su capital en busca de la felicidad, el hijo constata amargamente que sus recursos no son infinitos. De hecho, agota todo su dinero, pero no se agota su hambre y su sed de felicidad. Ahora que no tiene más dinero, ¿a quién recurrir para saciar su sed de felicidad? Nadie le puede ayudar, de hecho todos viven en la necesidad, porque el texto dice, hubo una gran hambre en ese país. El hijo constata que corre el riesgo de morir de hambre: deseaba llenarse con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada. Este desastre llevó el hijo más joven a darse cuenta de tres cosas: que nunca ha sido dueño de sus propios recursos suficientes para satisfacer su hambre y su sed de felicidad; que no puede contar con la ayuda de los que viven en este país lejano; que a pesar de su buena voluntad y a pesar de sus más heroicos esfuerzos, nunca en esa tierra lejana fue capaz de satisfacer su hambre.
Por lo que este granuja decidió dar marcha atrás. Ciertamente, la razón que le impulsa a volver a casa es más el hambre que el remordimiento o el amor hacia su padre. Pero este pícaro tiene al menos una cualidad: sabe tragarse su orgullo; sabe dejar de lado su ego y asumir una actitud de humildad y confianza en la bondad de su padre y en su capacidad de amor y de perdón, que, por su propia experiencia, sabe extraordinaria... es esta humildad y esta confianza lo que en última instancia lo salvan.


Luego está el hijo mayor que nunca se fue de la casa. Todo un pájaro, ¡él también! El hijo saca a relucir la paradoja del amor del padre. Nos da de bruces con la ambivalencia del amor, cuando es magnánimo, total, incondicional; cuando se hace misericordia. Este tipo de amor es bien recibido por algunos y rechazado por otros como loco, injusto, irracional. Y el hijo mayor es de los que se rebelan ante ese amor. El hijo mayor, aunque nunca salió de la casa, no es mejor que su hermano. También sueña con salir de fiesta con los amigos. También sueña con escapar, con la libertad y la felicidad lejos de su padre y sin las limitaciones que encontró en la casa de su padre. Él, al igual que su hermano, tiene hambre y sed de felicidad, pero sin encontrar los medios para satisfacerlas. Pero él, a diferencia de su hermano menor no tiene ni el valor ni la simplicidad de hablar con su padre. Él tiene miedo; considera al padre demasiado anticuado, duro, mezquino, tacaño como para permitirle vivir momentos de relajación y descanso en una vida de trabajo, servicio y sumisión. Acumula en silencio, hosquedad, agresividad, amargura. Sentimientos que salen a luz y que no duda en echar en cara al padre cuando supo la noticia de la fiesta por el regreso de su hermano.

¿No tiene la impresión de que la situación de este padre con un gran corazón, de este padre con un amor desbordante y loco es una situación patética y terriblemente frustrante y decepcionante? Ambos son unos cabrones: el menor porque aparenta amar pero encuentra finalmente su interés y el mayor que no lo ama porque no consiguió encontrar sus ventajas ... Y él, el padre ¡¡¡que no sabe cómo podría amarlos más y que lucha para que puedan ser felices!!!

Y eso es exactamente lo que la parábola quiere resaltar y hacernos entender. A pesar de que a menudo somos bastardos egoístas y podridos; aunque a menudo somos personas que no se preocupan de Dios ni de la religión, aunque a menudo estamos buscando nuestra felicidad  lejos de él, sigue siendo cierto, Jesús nos lo dice, que Dios es nuestro único y verdadero Padre y que sólo dentro de su casa y a la sombra de su amor podemos encontrar nuestro descanso, nuestro gozo y salvación.

Bruno Mori

(traducción de Ernesto Baquer)

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