mercredi 28 décembre 2016

UN NACIMIENTO VIRGINAL, ¿ES PARA REIR? - Mt.1, 18-24.



El texto del primer capítulo del evangelio de Mateo, tan querido a nuestro corazón de cristianos porque nos zambulle, con su simplicidad y su ingenuidad infantil, en nuestros tiernos recuerdos de la infancia, hoy, sin embargo, es un texto que provoca la sonrisa de muchas personas. Porque es un relato difícil de entender por parte de los que quieren abordarlo con una mentalidad moderna y científica. Pero este cuento, que cuenta con dos mil años, es justamente un cuento y debe ser leído y comprendido como tal. Porque la verdad de los cuentos no está en la historia contada, sino en el mensaje contenido en la historia.

Los autores antiguos no pensaban ni se expresaban como nosotros. En un mundo de gente sencilla e inculta, estaban obligados a recurrir a imágenes, parábolas, mitos, cuentos, para hacerse entender. No utilizaban ni nuestros conceptos intelectuales, ni nuestra lógica cartesiana. No tenían la misma percepción, ni la misma concepción de la realidad que tenemos hoy. Estas gentes eran "primitivos" si se quiere, pero sobre todo profundamente religiosos. Para ellos todo era misterioso, todo estaba bañado en lo sagrado y sobrenatural. La divinidad estaba cerca de los hombres. Habitaba justo encima de ellos. Vigilaba y controlaba sus acciones; estaba presente en todas partes y el espíritu divino intervenía tanto en la creación como en la historia de los hombres. Los antiguos encontraban bien normal que la divinidad interviniera en nuestro mundo con todo su poder, incluso para fecundar una mujer, como ya se había señalado muchas veces en otros relatos y otras leyendas.

Para la gente de la Biblia, Dios era el último recurso y explicación de todo lo que, especialmente, no podía ser comprendido o explicado con sus pobres conocimientos. Buscar pues hoy refutar el contenido de estos textos antiguos, tratarlos de infantiles, débiles; considerarlos como historias absurdas y ridículas, es demostrar ignorancia. No tratamos a los chinos de imbéciles porque no piensan, ni hablar, ni escriben, como nosotros; porque no utilizan las mismas expresiones, imágenes, signos, símbolos que nosotros, ni curan sus enfermedades con nuestros medicamentos.

Estos textos antiguos del evangelista Mateo, que nos cuentan el nacimiento de un Niño-Dios, debemos comprenderlos e interpretarlos a partir de la mentalidad, la cultura, las convicciones de ese escritor judío que escribía para los cristianos de su época. Mateo utiliza una manera de pensar formada e influida por las leyendas, fábulas y mitos que circulaban en la literatura de su tiempo, en las que relatos de divinidades interviniendo en la vida y la historia humana, eran moneda corriente. Escribía para comunicar una convicción profunda y una fe que estaba en el núcleo del anuncio cristiano y que compartía con todos sus hermanos. ¿Cuál era la fe que el evangelista Mateo (y Lucas más tarde) quería transmitir? Ésta: Jesús de Nazaret es, para nosotros los cristianos, el que ha vivido de Dios y en Dios, toda su vida, hasta la muerte. Es el que, mejor que nadie, nos habló de Dios, nos hizo conocer a Dios, nos reveló sus características, intenciones y voluntad. Nos compartió y comunicó su Espíritu. Entonces Jesús es un regalo del cielo a la humanidad. Tiene realmente una palabra que nos descubre el cielo. Es verdaderamente un enviado del Cielo, el Ungido, el Mesías, el Cristo de Dios. Para nosotros, es el Hombre lleno de Dios, a tal punto que es su presencia y encarnación más completa sobre la tierra. Para nosotros, Jesús no es un hombre como los demás: es especial, único, excepcional, extraordinario. Es quien ha realizado en sí el ideal del hombre perfecto, del hombre ideal, tal como cada ser humano debería serlo a los ojos de Dios, por así decir. Si todos somos hijos de Dios, él lo es más que nadie. El es Hijo de Dios de la forma más completa, la más perfecta. Es el Hijo de Dios por excelencia. Es como si viniera de otra parte, de otro mundo. Es como si no hubiera recibido nada de este mundo ordinario, nada de sus padres, a tal punto que, en él, todo parecer ser extraordinario, admirable, impecable, digno, divino. Cuando se le ve actuar, tenemos la sensación de que él es realmente perfecto como hombre. Todo parece venirle de otra parte, al punto que podemos afirmar que la presencia de Jesús en nuestro mundo es obra de Dios. Nosotros los humanos no tenemos nada que ver. Su padre y su madre tampoco. El nacimiento de Jesús entre nosotros es fruto exclusivo del interés de Dios y de su amor por nosotros. La presencia de ese Hijo de Dios es obra exclusiva de Dios y de su Espíritu.

Ese es el mensaje que Mateo busca comunicarnos cuando afirma que su madre lo ha concebido de forma virginal, sin el concurso humano y mediante la acción del Espíritu de Dios.
Para el creyente que es Mateo y cuya vida ha sido transformada por su encuentro con Jesús, los padres biológicos de Jesús no tienen gran importancia. Sólo han sido el canal material por el que cual nos llegó ese Don del cielo que tiene el poder de transfigurar a los que se le acercan. Sus padres biológicos sólo son tutores y proveedores. Es Dios quien se ha manifestado y entregado en Jesús, quien finalmente da todo el valor y la importancia a esta persona. Cuando los textos evangélicos hablan del nacimiento "virginal" quieren transmitirnos el rol secundario y casi insignificante de la paternidad biológica, con respecto al nacimiento espiritual de Jesús como Hijo, enviado, mesías, Cristo de Dios y encarnación de su presencia.

Esos textos, que poseen una carga emotiva y lírica incomparables, están lejos de merecer la burla y el sarcasmo de una cierta crítica moderna que se considera esclarecida. Para nosotros, los cristianos, estos relatos de aspecto inverosímil, de hecho, nos sirven para expresar contenidos de importancia fundamental. Para nosotros, estos relatos son totalmente verdaderos, pero no por lo que nos dicen directamente, sino por lo que buscan transmitirnos indirectamente.

Entonces ustedes, creyentes cristianos, no se dejen perturbar demasiado cuando algunos iluminados modernos pretendan tomarles el pelo diciéndoles con aire divertido: "Pero ¿cómo pueden creer ustedes, en pleno siglo XX, que Jesús de Nazaret fue concebido por la acción del Espíritu Santo en una mujer que permaneció virgen?"
Los que hacen una pregunta semejante sólo manifiestan su estupidez y proclaman su ignorancia.

Bruno Mori

Texto traducido por Ernesto Baquer

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