Original francés: http://brunomori39.blogspot.com.uy/search/label/Marie%20vierge%20%3F.
El texto del
primer capítulo del evangelio de Mateo, tan querido a nuestro corazón de
cristianos porque nos zambulle, con su simplicidad y su ingenuidad infantil, en
nuestros tiernos recuerdos de la infancia, hoy, sin embargo, es un texto que
provoca la sonrisa de muchas personas. Porque es un relato difícil de entender
por parte de los que quieren abordarlo con una mentalidad moderna y científica.
Pero este cuento, que cuenta con dos mil años, es justamente un cuento y debe
ser leído y comprendido como tal. Porque la verdad de los cuentos no está en la
historia contada, sino en el mensaje contenido en la historia.
Los autores
antiguos no pensaban ni se expresaban como nosotros. En un mundo de gente
sencilla e inculta, estaban obligados a recurrir a imágenes, parábolas, mitos,
cuentos, para hacerse entender. No utilizaban ni nuestros conceptos
intelectuales, ni nuestra lógica cartesiana. No tenían la misma percepción, ni
la misma concepción de la realidad que tenemos hoy. Estas gentes eran "primitivos"
si se quiere, pero sobre todo profundamente religiosos. Para ellos todo era
misterioso, todo estaba bañado en lo sagrado y sobrenatural. La divinidad
estaba cerca de los hombres. Habitaba justo encima de ellos. Vigilaba y
controlaba sus acciones; estaba presente en todas partes y el espíritu divino
intervenía tanto en la creación como en la historia de los hombres. Los
antiguos encontraban bien normal que la divinidad interviniera en nuestro mundo
con todo su poder, incluso para fecundar una mujer, como ya se había señalado
muchas veces en otros relatos y otras leyendas.
Para la gente
de la Biblia, Dios era el último recurso y explicación de todo lo que,
especialmente, no podía ser comprendido o explicado con sus pobres
conocimientos. Buscar pues hoy refutar el contenido de estos textos antiguos,
tratarlos de infantiles, débiles; considerarlos como historias absurdas y
ridículas, es demostrar ignorancia. No tratamos a los chinos de imbéciles
porque no piensan, ni hablar, ni escriben, como nosotros; porque no utilizan
las mismas expresiones, imágenes, signos, símbolos que nosotros, ni curan sus
enfermedades con nuestros medicamentos.
Estos textos
antiguos del evangelista Mateo, que nos cuentan el nacimiento de un Niño-Dios,
debemos comprenderlos e interpretarlos a partir de la mentalidad, la cultura,
las convicciones de ese escritor judío que escribía para los cristianos de su
época. Mateo utiliza una manera de pensar formada e influida por las leyendas,
fábulas y mitos que circulaban en la literatura de su tiempo, en las que
relatos de divinidades interviniendo en la vida y la historia humana, eran
moneda corriente. Escribía para comunicar una convicción profunda y una fe que
estaba en el núcleo del anuncio cristiano y que compartía con todos sus hermanos.
¿Cuál era la fe que el evangelista Mateo (y Lucas más tarde) quería transmitir?
Ésta: Jesús de Nazaret es, para nosotros los cristianos, el que ha vivido de
Dios y en Dios, toda su vida, hasta la muerte. Es el que, mejor que nadie, nos
habló de Dios, nos hizo conocer a Dios, nos reveló sus características,
intenciones y voluntad. Nos compartió y comunicó su Espíritu. Entonces Jesús es
un regalo del cielo a la humanidad. Tiene realmente una palabra que nos
descubre el cielo. Es verdaderamente un enviado del Cielo, el Ungido, el
Mesías, el Cristo de Dios. Para nosotros, es el Hombre lleno de Dios, a tal
punto que es su presencia y encarnación más completa sobre la tierra. Para
nosotros, Jesús no es un hombre como los demás: es especial, único,
excepcional, extraordinario. Es quien ha realizado en sí el ideal del hombre
perfecto, del hombre ideal, tal como cada ser humano debería serlo a los ojos
de Dios, por así decir. Si todos somos hijos de Dios, él lo es más que nadie.
El es Hijo de Dios de la forma más completa, la más perfecta. Es el Hijo de
Dios por excelencia. Es como si viniera de otra parte, de otro mundo. Es como
si no hubiera recibido nada de este mundo ordinario, nada de sus padres, a tal
punto que, en él, todo parecer ser extraordinario, admirable, impecable, digno,
divino. Cuando se le ve actuar, tenemos la sensación de que él es realmente
perfecto como hombre. Todo parece venirle de otra parte, al punto que podemos
afirmar que la presencia de Jesús en nuestro mundo es obra de Dios. Nosotros los
humanos no tenemos nada que ver. Su padre y su madre tampoco. El nacimiento de
Jesús entre nosotros es fruto exclusivo del interés de Dios y de su amor por
nosotros. La presencia de ese Hijo de Dios es obra exclusiva de Dios y de su
Espíritu.
Ese es el mensaje
que Mateo busca comunicarnos cuando afirma que su madre lo ha concebido de
forma virginal, sin el concurso humano y mediante la acción del Espíritu de
Dios.
Para el
creyente que es Mateo y cuya vida ha sido transformada por su encuentro con
Jesús, los padres biológicos de Jesús no tienen gran importancia. Sólo han sido
el canal material por el que cual nos llegó ese Don del cielo que tiene el
poder de transfigurar a los que se le acercan. Sus padres biológicos sólo son
tutores y proveedores. Es Dios quien se ha manifestado y entregado en Jesús,
quien finalmente da todo el valor y la importancia a esta persona. Cuando los
textos evangélicos hablan del nacimiento "virginal" quieren
transmitirnos el rol secundario y casi insignificante de la paternidad biológica,
con respecto al nacimiento espiritual de Jesús como Hijo, enviado, mesías,
Cristo de Dios y encarnación de su presencia.
Esos textos,
que poseen una carga emotiva y lírica incomparables, están lejos de merecer la
burla y el sarcasmo de una cierta crítica moderna que se considera esclarecida.
Para nosotros, los cristianos, estos relatos de aspecto inverosímil, de hecho,
nos sirven para expresar contenidos de importancia fundamental. Para nosotros,
estos relatos son totalmente verdaderos, pero no por lo que nos dicen
directamente, sino por lo que buscan transmitirnos indirectamente.
Entonces
ustedes, creyentes cristianos, no se dejen perturbar demasiado cuando algunos
iluminados modernos pretendan tomarles el pelo diciéndoles con aire divertido:
"Pero ¿cómo pueden creer ustedes, en pleno siglo XX, que Jesús de Nazaret
fue concebido por la acción del Espíritu Santo en una mujer que permaneció
virgen?"
Los que hacen
una pregunta semejante sólo manifiestan su estupidez y proclaman su ignorancia.
Bruno Mori
Texto traducido por Ernesto Baquer
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