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El texto nos guarda una sorpresa:! Jesús parece aprobar y alabar a
los estafadores!: "El patrón admiró
la manera tan inteligente de actuar de ese administrador deshonesto…". Pero
sus oyentes captaron muy bien el sentido de sus palabras, puesto que Jesús lo
llama administrador deshonesto. Si Jesús usa aquí este ejemplo un poco provocativo,
es para reflejar algo muy importante, sobre la última frase que es la que nos
dice de qué cosa se trata: tenemos que hacer una elección, y elección urgente,
entre Dios y el dinero: "No pueden servir a Dios y al dinero.
Jesús presenta toda una serie de oposiciones: entre los hijos de
este mundo y los hijos de la luz, entre ser de fiar en lo pequeño y lo grande,
entre una riqueza deshonesta y una riqueza auténtica, entre un bien para
nosotros y un bien para los demás. Todos estos contrastes tienen una sola
finalidad: que descubramos que el dinero
es un engaño, una trampa y que consagrar la vida únicamente a ganar dinero es
errar el camino, tomar la dirección equivocada. Es como un acto de idolatría.
En la frase "no pueden servir a Dios y al dinero", la
palabra "servir" tiene un sentido religioso. Hay un solo Dios y no
debemos fabricarnos otros dioses, que son sólo ídolos, ídolos que esclavizan.
Sólo Dios libera. Y el dinero puede muy bien transformarse en ídolo cuando
convierte un medio en un fin. Cuando se transforma en la sola y única cosa que
tiene valor para nosotros. Cuando estamos obsesionados por el dinero, no somos
más libres. Si nos dejamos apresar por este pensamiento, es el dinero quien nos
posee y no nosotros los que poseemos dinero. ¡Ya no somos señores del dinero,
nos convertimos en sus esclavos…! Desconfíen
de lo que poseen para no ser poseídos, dice un famoso proverbio popular. El
domingo (para los hebreos el sábado) apunta entre otras cosas a esto:
liberarnos del afán de ganar, de la preocupación por poseer; reencontrar al
menos una vez a la semana, el placer de la libertad, la gratuidad, la
generosidad, el dar en vez de poseer. Dar al necesitado, saber compartir con
los otros, contribuir con nuestro dinero a una buena causa, como puede ser por
ejemplo participar en los gastos de nuestra iglesia, eso es ser un hábil
administrador de los propios bienes, porque con el dinero hacemos amigos
seguros y de confianza que intercederán por nosotros cuando comparezcamos
delante del Señor.
El dinero es engañoso de dos maneras. Primero nos hace creer que nos
dará la felicidad, pero llegará un día en que habremos de dejarlo todo.
"Utilicen el sucio dinero para hacerse amigos… que los reciban un día en
las moradas eternas", claramente es una alusión a la muerte. Jesús quiere
hacernos entender que ¡no vale la pena estar entre los más ricos del
cementerio!
En segundo lugar, el dinero nos engaña cuando creemos que nos
pertenece de modo exclusivo. Jesús no pide que despreciemos el dinero, sino que
lo pongamos al servicio del Reino y de los demás. No somos propietarios de los
bienes que administramos, somos sólo administradores. El excedente no nos
pertenece más si los otros lo necesitan para vivir o para sobrevivir. Es por
este motivo que Jesús habla de "propiedad ajena", porque no nos
pertenece. Por eso, entre las condiciones que enumera para seguirlo, incluye
también la capacidad del discípulos de separarse de las propias pertenencias:
"Quien de ustedes no renuncia a todo lo que tiene, no podrá ser mi
discípulo" (Lc 14,33). Es verdad que no tendríamos ningún beneficio en ser
el más rico del cementerio, pero puede ser bueno ser ricos, si hacemos que lo
aprovechen los demás.
En la frase "fieles con las riquezas injustas", la palabra
"fieles" es muy importante: ser fiel significa tener fe, esto es tener confianza. El dinero, los bienes materiales
que se nos han confiado, sólo somos los administradores, los responsables, y
nosotros debemos tener confianza en Dios, contar con él y no exclusivamente
usar su dinero para la realización de nuestra existencia. Cuando usamos nuestro
dinero para ayudar a las necesidades de quien tiene menos que nosotros, lo
transformamos en bienestar para nosotros y los que nos rodean. Y de esta manera
incluso le damos gusto a Dios quien se identifica con los míseros y los pobres.
En el administrador de la parábola, lo que Jesús admira, no es su
deshonestidad, sino la perspicacia y destreza para encontrar soluciones
inteligentes para garantizar el futuro y el bienestar de todos… Es verdad que a
menudo el afán y el ansia de hacer dinero agudizan nuestro cerebro y lo vuelven
emprendedor. Jesús quiere que pongamos el mismo ardor por la paz, la justicia,
el bien a los demás…
El día que seamos capaces de dedicar a la paz, la justicia, el bien
común, a nuestra iglesia, tantos esfuerzos y sacrificios como consagramos a
engordar nuestra billetera… ese día será el inicio de un mundo menor.. y de una
verdadera sabiduría.
Bruno Mori
(traducción: Ernesto
Baquer)
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