vendredi 30 décembre 2016

LA RESURRECCIÓN DEL CRISTO - Mt 28

Una nueva comprensión


ORIGINAL: http://brunomori39.blogspot.com.uy/2013/04/la-signification-de-la-foi-en-la.html.

Se pueden hacer toda clase de hipótesis para tratar de explicar el misterio de la resurrección del Señor. Sin embargo, una cosa es históricamente cierta: después de la muerte de Jesús algo extraordinario pasó en el corazón y el espíritu de sus discípulos. Ellos vivieron una experiencia humana y espiritual única y poderosa. Fueron embargados y trastocados por una certeza extraña: Dios había intervenido para ratificar la vida, la acción y la enseñanza de Jesús; Dios arrebató a Jesús con El; Jesús estaba vivo con Dios y en Dios. Por tanto su proyecto, su sueño (de un mundo regido por los valores de Dios) no habían muerto con él, sino que continuaban después de su muerte. Y ello de una forma tanto más poderosa y eficaz cuanto que su causa había tenido el apoyo del mismo Dios.
Fue fundamentalmente este hecho lo que contrarió al máximo a las autoridades religiosas judías del tiempo. Pensaban haber terminado de una vez por todas con el caso de Jesús de Nazaret, y colocado una piedra sobre el movimiento espiritual surgido de su predicación. Lo que los volteó y desestabilizó totalmente, no fue tanto el hecho, real o no, de una supuesta resurrección física de aquel que habían eliminado, sino el hecho de que su enseñanza, su mensaje, su espíritu revivieran con más fuerza, precisamente después de su muerte. Para ellos, Dios no podía haber actuado en favor de este delincuente crucificado.

La fe de los discípulos en la resurrección de Jesús, no era tanto la afirmación de un hecho físico e histórico, ni la afirmación de una verdad teórica abstracta, como podría serlo la creencia en la vida después de la muerte, sino que esa fe se fundaba más bien en la convicción de que la Causa de Jesús había recibido la aprobación de Dios, y que por tanto era una Causa que, a cualquier precio, había que perpetuar, por la cual valía la pena luchar y morir, y que era para eso que Dios, a través de Jesús, los había elegido.

Creer en la resurrección de Jesús significaba, por tanto, para sus discípulos, creer que su palabra, su proyecto, su utopía, por así decirlo, entraban en el plan de Dios, y que su realización señalaba un giro nuevo a la historia humana y ahora constituía el fin fundamental de sus vidas.

 El cristianismo nació de esa fe y esa convicción. Si nuestra fe reproduce la fe de Jesús (su visión de la vida, su idea de Dios y del hombre, sus valores, sus opciones religiosas, sociales y políticas, su disposición hacia los pobres, los culpables, los fuera de la ley, su actitud frente al poder, etc), será tan difícil y conflictiva como la de Jesús y la de los primeros testigos del evangelio. Comprometerá nuestra vida en un combate sin pausa contra los poderes de este mundo. Pero, sólo a ese precio, podrá su causa abrirse camino y sembrar semillas de resurrección y de vida nueva en nuestra humanidad.
Al contrario, si reducimos la resurrección a una simple creencia en la supervivencia más allá de la muerte, o, en el caso de Jesús, en un hecho físico e histórico milagroso producido hace dos mil años en Palestina, una resurrección de ese tipo, entonces, estará vacía de contenido por lo que concierne a la causa de Jesús. No tendrá sentido ni importancia para nadie. No movilizará a nadie para continuar la obra y la Causa del Maestro de Nazaret. No irritará, ni preocupará a ninguna autoridad ni poder de este mundo. Se reducirá a un milagro realizado por la omnipotencia divina, que, a lo más, si no produce nuestra sonrisa, nos deja estupefactos, pero que no cambiará en nada nuestra vida ni la historia de los hombres.

Lo importante pues, no es tanto creer en Jesús, sino creer como Jesús. No es tener fe en él, sino tener su misma fe. Si nos anima y transporta su fe, percibiremos que el mundo de arriba y el mundo de abajo no son dos mundos opuestos y reparados, sino dos realidades que se funden la una en la otra. Nos corresponde a nosotros, los creyentes en Jesús, la tarea de descubrirlos, acercarlos, hacer nacer y aparecer el mundo de arriba en el mundo aquí abajo, para que sea sembrado con los valores de Dios, de la misma forma que esos valores impregnaron el alma y el espíritu de Jesús y transfiguraron toda su existencia. "Busquen las cosas de arriba", como pedía san Pablo a los cristianos de su tiempo, es querer realizar en nuestro mundo la Causa de Aquel que nosotros, los cristianos, rechazamos considerar borrado para siempre de la tierra de los vivos.

 (Inspirado de una reflexión en español de Koinonia, Servicio Bíblico Latinoamer​icano)

Bruno Mori -
Traducción de Ernesto BAQUER 

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